Intruso
Lo lograste. No sé cómo hiciste. Lo cierto es que cruzaste la frontera y,
durante la noche, penetraste en ese territorio sagrado donde se refugia lo oscuro , lo deseado, lo imprevisto; adonde
sólo se llega por caminos misteriosos, por laberintos sin solución. No sé qué
pasó, porque hasta ahora, te había mantenido –vaya a saber con qué armas-detrás
de esos límites aparentemente infranqueables. Pero pudiste evadirlos y, sin
remedio, me invadiste triunfalmente y ya te adueñaste de un espacio en el que solo
entran quienes, de un modo u otro, me
pertenecen desde hace un tiempo.
Ya tomé conciencia. Serás una presencia recurrente que emergerá y desaparecerá cuando menos lo imagine. Ya
formás parte del elenco estable , ya te acomodaste y te hiciste un lugarcito entre quienes desde siempre habitan ese mundo sin ton ni son , al que me cuesta
buscarle un orden, simplemente porque no lo tiene (o, si lo tiene, no soy yo la
que pueda llegar a descubrir el hilo de Ariadna que lo guíe), el que inventa
peripecias impensables, reúne personajes disímiles y distantes en tiempo y
espacio y urde fábulas desopilantes , por minutos, o tal vez por horas, nunca
se sabe. Un universo a veces cruel, que me deja temblando con esa manera tan
suya de organizarse, que por un rato me
ilusiona resucitando muertos, volviéndome a la adolescencia, acercándome a
quienes perdí; o me aterra haciéndome creer que todavía debo rendir materias
para recibirme o que estoy frente a un examen y no sé cómo resolverlo.
Ya estás ahí. Y en principio, no sé bien cómo tomarlo. Pero la expulsión no existe en este ámbito y
me siento totalmente impotente desde que me levanté. Entraste en lo más privado
de mi ser, te encargaste de filtrarte en los repliegues de mi mente, de
investigar en ellos y de instalarte sin disimulo junto a tus compañeros de
viaje, como un extraño al que nadie invitó. Y el hecho solo me provoca ira.
Desde ahora, serás uno más. Uno de esos fantasmas insistentes que no me
abandona y que, sin llamar a la puerta, y con una prepotencia singular, se ubica en los primeros planos y, cada tanto,
integra la historia que se desarrolle, quizá como protagonista, a lo mejor como
actor secundario. Qué importa. Lo único válido
es que ya no te vas a ir, porque
los que consiguen ingresar tienen su puesto asegurado para siempre. Ya
estás en mi territorio. No te alcanzó con ser ese recuerdo amargo que me
persigue durante la vigilia. No. Ahora
también te apropiaste de una zona inmanejable y nada predecible. Yo no estaba a salvo como ingenuamente creía: desde este momento, pasé a ser tu prisionera
porque tenés el campo libre y, cuando ciertos resortes desconocidos te den el
visto bueno, volveré a ver tu barba de dos días, tus gestos medidos y esa
mirada de extrañamiento que no puedo borrar.
Anoche soñé con vos.
MARIA ESTER MAYOR
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