Los primeros 95 años de Saúl Camiansqui
Pinta y ejercita su mente con cálculos matemáticos y
actividades literarias. Su último cumpleaños lo festejó en un salón con decenas
de invitados. Simpático y relajado, nos abre las puertas de su casa para
charlar sobre el camino recorrido y el que queda por recorrer.
Por Daniela Méndez Casariego
Saúl comenzó a
hacer collages abstractos unos meses atrás, como una manera de entretenerse en
su tiempo libre. No copia a ningún otro artista. Simplemente plasma sobre el papel
sus sentimientos. Tampoco espera nada a cambio. Es sólo un pasatiempo. “Tengo
facilidad y la aprovecho”, dice. Su familia y allegados lo apoyan y estimulan.
Nació en
Montevideo, Uruguay, pero a los 16 años vino a la Argentina. Es hincha de
Independiente y de Peñarol. Trabajó toda su vida en una fábrica textil. Nunca
fumó pero tampoco hizo deportes. Come poco, pero lo pueden las pastas. Al
parecer, el secreto de su longevidad no tiene tanto que ver con cuestiones
físicas como con actitudes de vida. Su obra El árbol de las virtudes evidencia
algunos de los valores fundamentales para él: nobleza, alegría, honestidad.
“Hay muchos problemas en la vida, pero todo se supera. Hay que tomar las cosas
como vienen”, asegura.
Además de pintar,
suele ejercitar su mente haciendo cálculos matemáticos o jugando con palabras:
completa oraciones inconclusas, arma frases a partir de una sopa de sílabas o
imagina cómo reaccionaría frente a determinadas situaciones. A la pregunta ¿qué
haría en una isla desierta?, él responde: “trataría de nadar hasta un lugar
seguro, haría una caña de pescar y buscaría comida. También buscaría una chica
para cantar, reír y dormir la siesta juntos. Sabría la hora por la posición del
sol y haría una casa para protegernos de la lluvia y el viento.” Su espíritu de
lucha conmueve. Y su actitud positiva también. Frente a él, imagina “un camino
liso, lleno de seres queridos, con muchas sonrisas y recuerdos gratos. Con
algunas piedras, pero pequeñas y a los costados”.
De ser un animal,
sería un gato porque es pacífico, hábil e inteligente. “Mi gata Michina siempre
se asomaba a la ventana para ver la calle. Cuando nos mudamos y ya no tuvo su
ventana, comenzó a mirar por el picaporte”, cuenta orgulloso. “Vivió 17
años; era muy feliz”, recuerda sonriendo.
Le gusta la música
clásica, los boleros y el tango, en
especial Gardel y Julio Sosa. Una vez al mes,
lo visita un músico que canta y toca el clarinete. Junto a algunos
vecinos, Saúl disfruta del exclusivo show en vivo. “Aquellos ojos negros…”,
tararea nostálgico. También le gusta bailar. “En mi cumpleaños número 95 no
faltó la alegría, la música ni el baile”.
Para sus 96, que
cumplirá el 15 de mayo próximo, no espera menos. Mientras tanto, sigue
disfrutando de la vida. “Del 1 al 10, ¿cómo se siente hoy?”, pregunto. “Como un 1… ¡con un cero al lado!”
Alguna vez, el
escritor Feódor Dostoievsky aseguró que la mayoría de los hombres, no importa
cuán prósperos sean, siempre encuentran la manera de amargarse la vida.
Felizmente, aquí tenemos
la posibilidad de conocer a uno de la minoría.
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