Las tierras de este barrio
pertenecieron antiguamente a los jesuitas, que tenían grandes chacras allí. Su
nombre proviene del diminutivo de la palabra "chacra" o
"chácara". En 1608, en tiempos de Hernandarias, esa orden religiosa
recibió, por compra o donación, una decena de "suertes principales",
es decir, lotes de terrenos nacidos en el primer reparto del suelo porteño, y a
las que, al cabo de los años, se anexaron otras 10. Cada una de ellas tenía una
legua de fondo y formaron parte de una inmensa posesión, que llegaba hasta la
actual localidad de Ramos Mejía. Al ser expulsados en el año 1767, todos sus
bienes fueron declarados propiedad de la Corona (por orden del Rey Carlos III).
Entonces, sus propiedades quedaron bajo administración de la "Junta de Temporalidades",
una representación estatal que loteó la zona. Los tiempos viejos de la historia
tienen un lugar en el barrio. Los primeros alumnos del Nacional, por ejemplo,
se acostumbraron a pasar sus vacaciones en la zona que antes albergó las principales
construcciones de los jesuitas (una parte del terreno actual del Cementerio).
Estas andanzas de los estudiantes, inmortalizadas por Miguel Cané en
"Juvenilia", pronto convertirían al lugar en "la Chacarita de
los Colegiales", nombre de donde saldrían las designaciones de dos barrios
porteños.
Allí, en 1790, en medio de
coloridas ceremonias, el virrey Del Campo entregó el mando a don Nicolás de
Arredondo, y en 1806, Santiago de Liniers concentró en la Chacarita las tropas
que marcharían a expulsar al invasor inglés.
En la década de 1820, el ministro
de gobierno Bernardino Rivadavia hizo un experimento de colonización en la zona
de la Chacarita. Trajo inmigrantes alemanes, creó una colonia y la llamó
"Chorroarín". El experimento fue un fracaso y sólo el nombre del
villorrio se ha perpetuado hasta hoy en una de las avenidas que circunscribe la
Facultad.
Durante la época de Rosas, la
Chacarita albergó a numerosas guarniciones militares y a centenares de indios
tomados prisioneros durante la Campana del Desierto de 1833. Al respecto, un
testigo comentará: "Bajo las galerías de los arcos se ven algunos soldados
de Rosas, y en los sótanos bullen algunas familias de indios, todos medios
desnudos, que piden limosnas en el mismo lugar donde sus padres vivieron...".
Posteriormente, la Chacarita
volvió a ser un lugar de huertos y sembradíos. Decenas de agricultores se
afincaron allí para producir hortalizas, cereales, y "paja de
Guinea", usada por los morenos escoberos.
Entonces, la zona era uno de los
lugares más agradables de los alrededores de Buenos Aires y también, la de las
tierras más altas de toda la geografía porteña.
Pero la muerte llegó a la
Chacarita en 1871. Cuando la locomotora "La Porteña" depositó en el
otrora pequeño Cementerio del Oeste su fúnebre carga de víctimas de la epidemia
de fiebre amarilla, que hizo estragos en la población de Buenos Aires.
En 1880, la cuestión de la
Capital vinculó a la Chacarita con la historia una vez más. El pueblo de
Belgrano era, entonces, capital de la Nación, mientras que en el centro se
ubicaba el gobierno de la provincia, a cuyo frente estaba Carlos Tejedor. El
presidente Avellaneda acuarteló sus tropas en la Chacarita, lugar donde tenía
su residencia, y allí, al mando de Carlos Pellegrini, las tropas nacionales se
enfrentaron con el ejército de la Provincia. La "Ley Capital", en ese
mismo año, dio fin a toda disputa. Por sus disposiciones, los terrenos de
Belgrano y Flores, más una buena parte de las antiguas posesiones jesuíticas,
se incorporaron al ejido urbano.Entre tantas casas quintas queda aún la de la
familia Comastri (más conocida como "El Mirador Comastri"),
actualmente es la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 34. Se encuentra
delimitada por las calles Loyola, Fitz Roy, Aguirre y Bonpland. La construcción
es de 1870, y fue famosa porque en ella durmieron Roca y Pellegrini. Eran
visitantes del señor Comastri, el Gral. Mitre y el doctor Alem y sirvió de
escondite a Hipólito Yrigoyen durante el movimiento cívico de 1893. Por ese
entonces, la zona era llana, para ser exactos, se la conocía como el valle del
arroyo Maldonado, que actualmente corre entubado bajo la Avenida Juan B. Justo.
No había construcciones en derredor, todo era campo, por el oeste se
vislumbraban los montes frutales de la Chacarita de los Colegiales. Los lujos
que dieron fama al lugar fueron la iluminacion a gas, el primer pararrayos del
barrio y un sótano cargado con toneles que almacenaban los vinos que ellos
mismos producían.
Cabe enumerar dentro de su
historia la fábrica de acordeones artesanales del italiano Juan Anconetani, de
la calle Guevara 478, que desde el año 1917 son famosos no sólo por la calidad
de su artesanía sino porque sus hijos fueron muy buenos violinistas. También son históricos los sombreros,
fabricados por el genovés Pascual Massera, muy usados por los porteños de
entonces.
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