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jueves, 10 de marzo de 2011


Clara Zetkin, la mujer que reivindicó a su género

8 de Marzo Día Internacional de la Mujer


por Omi Fernández

El 8 de marzo de este año se cumplen 100 años de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, merecido festejo a un género que tiene la capacidad de adaptarse a los cambios sociales, manteniendo intacta su maternalidad, su dedicación a las tareas hogareñas, y que se ha incorporado -con resultados sobresalientes- a actividades laborales controladas y manejadas por el hombre.

La idea surgió de una activista alemana llamada Clara Zetkin, militante del Partido Socialdemócrata de Alemania, y quien, junto a Rosa Luxemburgo, son consideradas las dos figuras más importantes en la lucha por la liberación femenina.

Nació el 5 de julio de 1857 y falleció el 20 de junio de 1933, su apellido de soltera era Eissner, aunque adoptó el de su primer marido, Ossip Zetkin, militante comunista ruso, y padre de sus dos hijos.

En 1891 fundó el periódico “Igualdad” que apareció hasta el año 1907 y a través del cual bregó por la situación de la mujer en la sociedad, su liberación, su igualdad remunerativa y su derecho al voto.

Debido a los acontecimientos ocurridos en Estados Unidos el 8 de marzo de 1909, cuando 129 obreras murieron quemadas en un incendio en el sótano de una fábrica situada en Nueva York, que no cumplía con las condiciones de seguridad indispensables, Clara Zetkin eligió y abogó porque se instaurara ese día como el Día de la Mujer Trabajadora, hoy más conocido como Día Internacional de la Mujer.

Eran los albores del siglo XX, la era industrial comenzada a fines del siglo XIX trajo aparejada la inclusión de la mujer en el ámbito laboral, que se incrementó con el éxodo de hombres a las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. Esta situación originó la necesidad de mano de obra que reemplazara a los hombres ausentes por la guerra y dieron como consecuencia un gran aluvión de mujeres en las fábricas.

No obstante, este servicio a la patria es mal pago y las militantes feministas pondrán todo su empeño para que se respete el lema “a igual labor, igual salario”.

Sin embargo, en una sociedad machista por excelencia, terminada la guerra, todo parece desvanecerse con el regreso de los soldados -padres, hermanos, maridos, etc.- no preparados psicológicamente para ver a sus mujeres en el mismo plano laboral que ellos. Y nuevamente, la mujer debe enfrentar y resolver el conflicto que se le plantea puesto que las tareas que le fueran asignadas, le son suspendidas para devolvérselas a los hombres.

La preocupación por la unidad familiar y el esfuerzo de adaptación, tuvieron que hacerlo “ellas”, los hombres no podían soportar una competencia que los sacaba de su sitial de “pater familis”.

Fueron mujeres, en todos los países del mundo, quienes lucharon día tras día para modificar esta situación. Y, de a poco se fue logrando, también en una lucha cotidiana, sin prisa pero sin descanso, hasta adquirir el voto, y no solo el voto en el cuarto oscuro, sino también la voz y el voto en el seno familiar.

Nunca falta un misógino descolgado que pregunta por qué hay día de la mujer y no del hombre, pero la respuesta es simple: todos, hombres y mujeres, nacemos del cuerpo de una mujer, el milagro de la vida que se repite una y otra vez en los hogares de todo el globo terráqueo, surge del cuerpo de una mujer, quien brinda su útero para el desarrollo del embrión en feto, y de éste en bebé, y quien con sus senos provee alimento al recién nacido.

Pero, la mujer es mucho más que una incubadora que alberga las condiciones óptimas para el nacimiento, es un ser pensante, como tal con derecho a la educación y formación técnica para un buen desarrollo de sus facultades mentales, y también es, un ser emocional, que necesita ser amado y cuidado para poder dar y entregar amor. Mi abuelo solía decir: “el hombre debe hacer felíz a la mujer, para que ésta haga felíz al niño, y así, lograr que la rueda de la vida siga girando”.

El cine ha sido muy ilustrativo con respecto al tema de la condición de la mujer en nuestra sociedad, recordemos como dato, el film “Chicas en pie de guerra” (1984) con dirección de Jonatham Demme y las actuaciones de Goldie Hawn, Kurt Russell y Ed Harris. (Su título original fue “Swing Shift”). Se desarrolla en Nueva York en el ’41. En esta película se puede apreciar, claramente, cómo la propaganda del gobierno de EEUU convence a las mujeres del “servicio a la patria” que hacen uniéndose al trabajo fabril. Y cómo, cuándo pasados los momentos críticos de adaptación y superadas las burlas de los hombres mayores -que seguían trabajando porque sus condiciones físicas no eran aptas para la lucha-, ellas armonizan con su nueva situación, la vuelta a casa de sus hombres, pretende que retrocedan a su estado anterior, obviando las crisis y angustias que sufrieron por creer en la publicidad que les decía: “están haciendo patria”.

Todo lo dicho está referido a la mujer en el mundo occidental, pero: ¿Qué pasa con las mujeres musulmanas? Al surgir este tema, el “Hiyab”, o velo que les cubre la cara, es el primer tópico que aparece. Pero el Hiyab, es una demostración del nivel de apego que cada mujer tiene respecto de su religión, es decisión de ellas el usarlo, y su color cambiará según el nivel de compromiso que tenga.

Lo verdaderamente incomprensible para los occidentales, no es el Hiyab, ni los preceptos del Corán, que asigna igualdad de derechos a hombres y mujeres musulmanes, sino cómo el hombre musulmán que es quien detenta el poder hace una interpretación del Corán que da lugar a injusticias tales como que el hombre está facultado para tener hasta cuatro esposas, en tanto la mujer solo puede tener un esposo, y en caso de adulterio merece la lapidación. Asimismo, en lo concerniente a la herencia las mujeres solo tienen derecho a la mitad de lo que le corresponde al varón.

Es decir, no es un tema religioso, sino un tema de poder y de quien lo ejerce, y en eso, todavía las mujeres musulmanas tienen que recorrer un largo camino.

www.omifernandez.com.ar

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