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martes, 10 de mayo de 2011

EL PIBE CHACARITA

Los solidarios de entonces

Mejor ni me contés, si todo está al revés... pero más viejo/ Vos y yo, dos pibes de la clase treinta y tres./ Me decís qué hacemos, con el paso a contrapié...

“Pazzía” (1982) Tango de Chico Novarro

La página 54 del diario “Clarín” del 15 de octubre de 2010 tiene como titular “Los argentinos, quintos en el uso de redes sociales”, les comento a los que “peinan canas” que este último término se difundió con la informática. Se utiliza en tres sitios de Internet: Facebook, Twitter y el Linkedin, donde los usuarios pueden comunicarse con sus colegas a través de mensajes escritos, compartir fotos, música, videos. El Facebook fue creado en el 2004 y tiene en nuestro país trece millones de cuentas, mientras que el Twitter generado en el 2006 agrupa a quinientos mil adherentes entre ellos, algunos funcionarios públicos y hasta la propia Presidenta de la Nación. El Facebook es la red más usada en todo el mundo, el Twitter es un sistema de mensajes cortos ideales para los debates políticos, mientras que el Linkedin es un medio social para relaciones empresariales y profesionales. Existe un pronóstico sobre el arribo de una nueva civilización, la digital, que desplazaría a lo que generó el libro y las letras escritas sobre un papel. Es una duda latente sobre el destino de las palabras pero, Umberto Ecco tiene su profecía: “Los libros van a sobrevivir, como la rueda y la cuchara”...

Por una convención establecida los integrantes de una red pasan a llamarse “amigos”, una vez que se postulan y son aceptados por los otros. La investigación que hizo el Diario determinó que los argentinos tienen un promedio de 183 amigos cada uno, son “amigos virtuales” no como los de nuestra época: “en las buenas y en las malas”. Esta actividad es impulsada en su mayoría por jóvenes adultos, en la búsqueda de una identificación y a esta modalidad de relacionarse. Estas redes sociales en general congregan a personas que tienen intereses comunes y posibilita el reencuentro con familiares o amigos que no se ven desde hace mucho tiempo. Además ha instalado una forma de comunicación diaria e informal, con una ortografía muy particular, que sustituye en parte a las comunicaciones telefónicas y deja para el recuerdo los envíos postales. Uno de los datos más relevantes del estudio manifiesta que una parte de la población aún no tiene acceso a Internet desde su domicilio, por ello se han creado los locutorios y algunos espacios públicos con ese sistema. Se puede afirmar que esta nueva tecnología al igual que los teléfonos celulares además de su propósito de facilitar la comunicación entre las personas, tiene un atractivo como pasatiempo.

Pero mi intención es otra: intento investigar sobre la existencia o no de redes sociales en tiempos pasados, cuando aún no reinaba la computación, es decir en la “época del ábaco”. Me apresuro a terminar con el suspenso: si, y tenían una forma más humana, duraderas, cálidas, de contacto directo a través de las palabras y los gestos solidarios. En el tiempo que se ejercía “la gauchada” se ignoraba su denominación, estaban establecidas por el uso y las costumbres y facilitadas en su funcionamiento porque todavía no se había instalado en la sociedad el “flagelo” de la desconfianza.

Una de aquellas redes básica era el núcleo familiar, que estaba fortalecido por las amplias viviendas que albergaban a varias generaciones. Sin un reglamento formal, lo habitual permitía establecer funciones primarias a cada miembro de la familia. Con un gesto de abnegación y de total entrega, existían allegados que resignaban sus proyectos personales a efecto de cuidar a parientes mayores, enfermos o un bebé recién nacido. La presencia de abuelos, tíos, hermanos políticos, padrinos, y otros vínculos, a pesar de algunas discusiones “de conventillo”, constituían un modelo de convivencia comunitaria. Ellos ignoraban que formaban una sólida malla social.

En el tiempo en el cual quedó fijada mi memoria, no existía una notable movilidad en la sociedad. Uno nacía en su casa y todo el recorrido de la vida transcurría en el barrio. Así que los vecinos eran gente arraigada al terruño y como había enlaces entre hijos de los mismos, la red social se amplificaba. Como las medianeras eran bajas y se tomaba fresco e información sacando las sillas a la puerta de calle, nadie se preocupaba por enviar mensajes. Sólo se remitían por correo o cómplices mensajeros: tarjetas postales y cartas, algunas perfumadas con intenciones amorosas.

La barra de la esquina, aquellos “amigos del alma” que a uno lo formaban para ejercer la lealtad en la amistad, tampoco advertían que integraban un grupo social. La cátedra impartida por sus “profesores” también incluía: las nociones primarias acerca del sexo, el ejercicio de la solidaridad, la conducta ante las leyes de los juegos recreativos, los primeros pasos en el tango, identificar el silbido del grupo, hasta el modo de colocar los labios para hacer anillos con el humo del cigarrillo...

El tejido social de aquellos días se consolidaba con otros queridos personajes: los docentes, el médico de la familia, los miembros de la cooperadora escolar, el almacenero de la esquina, el cura de la parroquia, la partera que asistía a nuestras madres, el boticario de las recetas magistrales, el dentista del torno con baja revoluciones, la sociedad de fomento, el cartero, el policía de la cuadra...

Además de nuestros mayores hubo en aquella época, dos profesiones de los integrantes de la comunidad barrial que nos influenciaron y marcaron el sendero del Bien: los maestros y los médicos. Ahora les ruego que ustedes recuerden a quienes lo ayudaron a ser lo que son, mientras yo le rindo mi agradecimiento al Dr. Carlos J. Carnelli, el médico de mi familia cuyo consultorio estaba en la calle Maure 3859 y al Maestro de Sexto Grado de la Escuela de Varones, hoy “Dr. Luis Agote”, de la calle Jorge Newbery 3664: el Sr. Alberto Valerga, vecino de la calle Rosetti al 400...



David Viñas y Ernesto Sábato, buceadores de verdades

por Omi Fernández

Al homenajear a María Elena Walsh desde esta columna, no nos imaginábamos que sufriríamos la pérdida de otros dos escritores con talento y popularidad en el mismo año. Dos personalidades diferentes entre sí, pero a quienes unía el mismo compromiso con las letras.

DAVID VIÑAS murió el 10 de marzo de 2011, a los 83 años, todos los que pasábamos por el café La Paz, lo veíamos con su taza de café y su cigarrillo, afable con quienes se le acercaran. Fue un escritor de garra, sus textos nacen de una furia entrañable, gestada en el dolor de perder dos hijos durante la dictadura militar y, también, en la violencia que le generaba la mentira y la hipocresía social.

Mucho antes de su tragedia personal, fue presidente de la FUBA, primeros pasos de una militancia en la izquierda, que se mantuvo a lo largo de toda su vida. Creó, con su hermano Ismael, la revista CONTORNO, una fusión entre su militancia política y su amor por las letras, en la que colaboraron Juan José Sebreli y Noé Jitric, entre otros.

A los 30 años, publicó Un Dios Cotidiano, una nouvelle sobre el conflicto de un sacerdote, un libro de gran religiosidad escrito por un agnóstico. Siguieron Los hombres de la tierra, Dar la cara, En la semana trágica, Hombres de a caballo, y muchos más. En todos está presente su compromiso político, su pelea visceral contra la injusticia, el abuso de las clases gobernantes, la oligarquía abulonada al sillón del poder.

Como ensayista analizó y desmenuzó la literatura argentina desde Sarmiento a Cortázar, considerando la relación literatura y sociedad.

Escribió ensayos sobre los indios, los montoneros, los anarquistas, todos ellos producto de un estudio serio sobre el tema y con su particularísima visión de la realidad. Pero, es a mi entender su obra ficcional la que lo trasciende, la que lo coloca en uno de los sitiales más altos de la literatura argentina. Recibió dos veces el Premio Nacional de Literatura, y en 1991 rechazó los 25.000 dólares de la Beca Guggenheim, según sus palabras “como un homenaje a sus hijas”. Escritores de su generación como Haroldo Conti y Rodolfo Walsh se cuentan entre los desaparecidos de la dictadura militar. El fue un sobreviviente, tuvo que exilarse y al volver, tomó la cátedra de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en las que mantenía su pasión y su desaforada actitud frente al saber.

A diferencia de Viñas, que mantiene durante toda su vida su militancia política unida a su actividad literaria, ERNESTO SÁBATO, en su juventud es miembro del Partido Comunista aunque pronto se desilusiona, en especial, por la política de Stalin. Además, estaba dedicado a la ciencia, recibe un doctorado en Física y logra una beca para realizar investigaciones sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie de París. La beca es obtenida por intermediación del Premio Nobel en Medicina y Fisiología Dr. Bernardo Houssey, quien había puesto muchas expectativas en su alumno, por eso, al enterarse de que en Francia Sábato a raíz de una crisis vocacional decide abandonar la ciencia para dedicarse a la literatura, le quita el saludo.

En su libro autobiográfico “Antes del fin” Sábato nos cuenta como se sentía en esa etapa: "En el Laboratorio Curie, en una de las más altas metas a las que podía aspirar un físico, me encontré vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí avanzando por una fuerte inercia que mi alma rechazaba".

Vuelve a la Argentina en 1940 y se desempeña como profesor en la Universidad de La Plata y comienza a escribir artículos, algunos de los cuales son publicados en la Revista Sur dirigida por Victoria Ocampo

Su primer libro es Uno y el Universo, un conjunto de textos de reflexión poética en los cuales critica la deshumanización de la ciencia y las tecnologías.

A diferencia de Viñas que fue un escritor muy prolífico, Sábato escribió tres obras de ficción: EL Túnel, Sobre Héroes y Tumbas y Abbadón el Exterminador. El Tunel es llevado al cine, al igual que “Informe sobre ciegos” una parte de Sobre Héroes y Tumbas. El resto de su obra publicada consiste en ensayos, reflexiones y textos filosóficos.

En el año 1983 fue convocado por el presidente Raúl Alfonsín para presidir la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), la síntesis de este trabajo fue publicada bajo el título “Nunca Más” y dio lugar a los juicios a las Juntas Militares de la dictadura.

Sábato era un hombre introvertido, luchando con sus fantasmas y demonios interiores, pesimista, en sus últimos años, casi apocalíptico. Se casó en 1936 con Matilde Kusminsky Richter, con quien tuvo dos hijos. Ella fue su compañera y amiga por 62 años, fue su columna vertebral y quien salvó del fuego gran parte de la obra que conocemos.

En los últimos años, problemas de visión le impedían leer y escribir por lo que se volcó a la pintura, realizando varias exposiciones. En marzo hubiera cumplido 100 años, pero no llegó, el homenaje que habían preparado para él en la Feria del Libro de Buenos Aires 2011, se hizo, sin él y con la asistencia de su hijo Mario (cineasta).

Viñas y Sábato, dos escritores diferentes en su estilo literario, en su ideología, en su modo de enfrentar la vida pero con un común denominador: ambos transitaron, a través de los años, el camino hacia encontrar sus verdades con honestidad intelectual.

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