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Blog dedicado a los barrios de Chacarita, Colegiales y Villa Ortúzar. Este blog es una extensión de la revista gráfica Aquende, que se edita hace 29 años ininterrumpidamente.
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miércoles, 14 de diciembre de 2011


¡¡¡FELIZ 2012 PARA TODOS!!!

por Omi Fernández


Todos los años en el mes de diciembre nos surge la necesidad de hacer un recuento de lo vivido durante los últimos meses para comprobar si se han cumplido nuestros objetivos. ¿Qué hicimos? ¿Tuvimos en cuenta las propuestas que nos hicimos a fin del 2010?  ó las escribimos para luego olvidarlas.
Este tipo de interrogantes se nos abren a todos, en mayor o menor medida, y a veces nos sentimos descorazonados, pareciera que los meses pasaron tan rápido que nos cuesta registrar lo hecho en un papel. Hasta llegamos a creer que no hicimos nada, sin embargo,  
los vivimos enfrentando las situaciones que se nos presentaron, nos ocupamos de nuestros trabajos, de nuestras familias, de nuestros amigos. Entonces ¿Por qué seguimos con el papel en blanco frente a nuestros ojos y no se nos ocurre qué poner?
A veces, es tal la presión que la sociedad de hoy ejerce sobre nosotros, que nos olvidamos de lo esencial: vivir en relación con los demás, sentarse en un café con un amigo y, en un cara a cara, resolver los problemas que aquejan al mundo, o a nosotros mismos.
Esta es la manera de no perdernos el estímulo que surge del encuentro. Por ejemplo,  cuando nos cuentan de algún libro que a la otra persona le impactó y nos lleva a sentir la necesidad de leerlo. O, cuando nosotros le contamos sobre una película que nos movilizó y es el otro quien percibe la curiosidad. Toma y daca. El antiguo juego infantil a través del cual se permutaban los juguetes en el acto.
Alguien dijo “solos no somos nada” y es cierto, evolucionamos y crecemos en función de la interrelación que tenemos con los demás.
Hace cincuenta años atrás, las familias vivían en grupo, era común ver tres generaciones en la misma casa. Se usaba la colaboración de los chicos en las actividades domésticas, y éstos se sentían necesarios y ayudaban en lo que podían. Otro tanto ocurría con los abuelos quienes por no estar en actividad y pese a sus problemas de salud, eran quienes atendían a los proveedores, y a plomeros, carpinteros, electricistas y cualquier otra persona que se ocupara de dar servicio para el mantenimiento de la casa.
Los niños se relacionaban con sus abuelos, y ambas generaciones se intercambiaban sus pensamientos y necesidades, aportándose una a la otra.
Hoy la sociedad en que vivimos, maneja ciertos valores que se han hecho hábito como que cada niño necesita una habitación, un espacio propio para el cual se requiere un televisor con video juegos y una computadora para navegar por la web, los chicos vuelven del colegio y se atrincheran en sus habitaciones como si fueran autistas pensando que no están solos porque tienen una cuenta en Facebook, Twitter o cualquier otra red social.
Los abuelos quedan relegados porque desconocen el tema y son pocos los que se avienen a incorporarse a estas nuevas costumbres.
Los padres trabajan más de doce horas para poder sostener la compra de esos objetos, todos ellos caros y que requieren mantenimiento pero que además, siempre es necesario reemplazarlos por otros nuevos porque en un año son obsoletos (o eso es lo que nos venden las empresas a través de sus publicidades en los medios).
Aislados, incomunicados, autistas, encerrados en sí mismos, sentados durante horas, en una palabra, haciendo vida sedentaria cuando deberían desarrollar sus habilidades físicas.
Se habla mucho de la comunicación cuando en realidad nos encontramos ante el fenómeno de la conexión. Estamos conectados al instante con los diarios de todos los países, tenemos información de primera mano cuando sucede una tragedia natural como ha sido el terremoto y posterior sunami en Japón, o los levantamientos del pueblo libio  en contra de Khadafi.
Pero, nos alejamos cada vez más del contacto corporal, la pantalla pone distancia y levanta una barrera que parece protectora pero que, en verdad, nos aleja.
La solidaridad, una actividad que se caracterizó siempre por la colaboración codo a codo con nuestros vecinos, con el trabajo en comunidad, con la organización de grupos humanos en función de un objetivo común, se ejerce a través de la web.
Da la sensación de que tuviéramos los acentos desplazados, la subjetividad y la emocionalidad pierden terreno por el avance de la objetividad.
A tal punto que cuando pretendemos hacer una lista de lo que hicimos durante el año, no se nos ocurren más que los nuevas cosas adquiridas.
Hoy, cuando usamos el teléfono para realizar un trámite, o para averiguar cómo hacerlo, nos encontramos con una grabación que nos dice: si usted desea… marque 1, si usted.desea ... marque 2... si.usted desea... marque 3, y así sigue la lista, que no termina por cuanto al marcar uno de esos dígitos, aparece otra nueva lista. ¡No atienden humanos!
Es agobiante, humillante y descorazonador. Por supuesto que este mágico sistema le conviene a la empresas que se ahorran el sueldo de varios empleados que antes realizaban esta tarea, y además, eluden muchos reclamos por deficiencias del servicio, porque, en general, nos ganan por cansancio.
No se trata de cosas: no es me compré un nuevo televisor pantalla plana de 44 pulgadas; o un celular que saca fotos, graba música, tiene agenda; o de abandonar la PC de mesa para acceder a una notebook; o de cambiar el auto; ni tampoco de viajes al extranjero; ni de cirugías estéticas para disimular en nuestra cara el paso de los años. Se trata de vivir intensamente lo que se nos presenta, entregándonos emocionalmente, se trata de recuperar el placer por el encuentro con los amigos, recuperar el juntarse a comer pizzas los sábados por la noche, volver a invitar a cenar y si no hay dinero, hacerlo con la colaboración de cada uno de ellos.
El uso del celular como una prolongación de la mano, la comunicación rápida que nos proporcionan los mensajeros instantáneos, la relación escrita a través de emails con conocidos, amigos  y familiares que viven lejos, la maravilla de enviar archivos en el momento sin tener que molestarnos en vestirnos, tomar un colectivo, subte o tren y entregárselo en mano al receptor, todo esto, son ventajas que ahora tenemos y que sería tonto no aprovechar. Los adelantos tecnológicos que hemos adquirido, sin duda, son útiles, nos proporcionan comodidad y nos facilitan las tareas,  no se trata de perder lo que hemos logrado con la modernidad,
Indudablemente, los nuevos aparatos nos  ahorran tiempo que podemos utilizar en otra cosa. Pero si no lo aprovechamos para participar en actividades con otra gente, ni para compartir con otras personas ¿De qué nos sirve?  ¿Para qué lo queremos?
Una de las propuestas que sería interesante hacernos para el año próximo sería recuperar las relaciones, porque si bien en Internet encontramos todo lo que buscamos en cuanto a información se refiere, nos estamos perdiendo el crecimiento como seres humanos que nos brindan nuestros iguales.
A esta gran familia que hace Aquende, a nuestros anunciantes y a nuestros lectores, les deseo lo mejor para el año 2012


www.omifernandez.com.ar

HISTORIA BARRIAL


Origen y formación de “La Cueva”

 

Si es viejo del barrio sabe acerca de que estoy hablando, a los nuevos les cuento -para que no se ilusionen con la idea de andar dando vueltas por ahí vestido “de turismo aventura” buscando una entrada oculta- que es la zona enmarcada por Jorge Newbery y Dorrego donde Leiva, Concepción Arenal y Santos Dumont se encuentran con las vías del San Martín en la curva antes de llegar a la estación en la avenida Corrientes.


Sin embargo, el mapa de la ciudad no da cuenta de este rincón que lleva en sí un frondoso anecdotario vecinal que parecía oficializar la poco feliz frase “Viene de la cueva...”  y que no era precisamente un elogio. Aunque justo es reconocer que variaba por una cuestión de forma desde lo ofensivo hasta las gastadas de pandilla de acuerdo con la educación, idiosincrasia y carga emocional del emisor, situaciones superadas gracias al paso del tiempo y el sentido del humor.


Como “lo nuevo” es contar al mismo tiempo dos biografías de una misma persona, es decir, por un lado nacimiento, infancia, años escolares, esfuerzos hasta llegar al estrellato -matizado con algún que otro romance hasta que sentó cabeza- hijos y todo aquello que le hay enviado el destino en suerte...


La “versión no autorizada” da cuenta que había muchos más escándalos de los que uno conocía, el estrellato parece que no llegó por el esfuerzo sino por motivos más fáciles, y la realidad de la dieta basada en yogur y lechuga era un turbio pasado de borracheras y fumo muchas veces narrados por testigos no del todo confiables que parecen querer cobrarse alguna vieja factura.


A mí me toca contar la parte “aburrida” descubierta en papeles descoloridos y desgraciadamente no pocas veces rotos en forma irrecuperable... pero animo a los vecinos cuenten historias y anécdotas –por favor, reales- que complementen este relato y hagan más llevadera la historia.


Como seguir determinados procesos es difícil –especialmente si se trata de tierras- les pido paciencia porque recién al final quedan explicadas algunas cosas.


Así empezamos contando que este paraje pertenecía a la campaña bonaerense cuando Rosas era el hombre fuerte de la provincia de Buenos Aires hasta que después de su derrota en Caseros pasaron a formar parte del pueblo de Belgrano... y aquí la historia deja de ser simple.


Una parte fue arrendada por Agustín Comastri hasta que terminó comprándolas a aquella corporación municipal el 15 de julio de 1873, casi al mismo tiempo adquiría otra área Roncoroni cuya historia vimos en números anteriores, ambas ventas quedaron asentadas en el Registro de Tierras Públicas y allí termina lo único que tuvieron en común.


En 1874 Comastri le vendió una fracción a Juan Landi, dos años después Comastri la compró nuevamente para venderla al poco tiempo a Luis Cayol, que a su vez vendió a Felipe Pascual Gomez y terminó hipotecando ante el Banco Provincia a fines de 1887.


Así y todo lo complicado viene ahora, sólo hay que tener en cuenta un razonamiento muy simple: a un acreedor lo que más le conviene es que el deudor no pueda pagar porque así se queda con prácticamente todo comenzando la rueda de especulación con loteos y remates.


Esto le sucedió a Gómez que no pudo afrontar la obligación hipotecaria y le vendió el lugar a Melchor Echagüe que se hizo cargo de los $ 376.278,92 m/n de la deuda.


En ese momento el terreno cubría una superficie de 141.392,27 metros cuadrados y estaba rodeado por el antiguo cementerio (Parque Los Andes), cruzando Dorrego estaba la propiedad de Juan Dufour (más o menos donde está Atlanta) y terrenos de Lázaro Clausur y Juana Sosa.


El 13 de septiembre de 1889 Echague vendió el lugar a Mariano Paunero y Jorge Mackern, cada uno se adjudicó una superficie de 70.548,16 metros cuadrados.


En diciembre –el detalle de fechas es sólo para demostrar el corto tiempo que mediaba entre operaciones-  Mackern (de Mackern, Mac Lean y Cía) hipotecó su parte por $ 100.000 m/n oro sellado pagaderos a 36 años y 103 días desde el 1º de abril de 1890 a razón de $ 7.000 anuales oro sellado con el 1 % de amortización, 5 % de interés y 1 % de comisión del Banco.


El 3 de marzo de 1890 al no poder afrontar la deuda le vendió el terreno a Simón Godoy -un vecino de Rosario que estaba de paso por Buenos Aires- por la suma de $ 125.000 m/n.


Tampoco lo acompañó la fortuna y en 1894 le terminó vendiendo a Juan Vicente Vadillo el lugar que ahora tenía “... un establecimiento para fabricar ladrillos de su propiedad que hizo levantar a su costa, con los hornos, pisaderos y demás existente, enclavado o adherido al suelo que sirva para ese objeto” por la suma de $ 97.920 m/n... pero aparte debía hacerse cargo de la hipoteca. 


Podemos decir que “La Cueva” comenzó oficialmente el 24 de abril de 1895 cuando fueron rematados “5 preciosos lotes con cédulas (cada uno tenía una deuda que variaba de 300 a 400 pesos cada uno), frente al gran parque Rancagua, a una cuadra al sud del boulevard Corrientes” para comprar se debía dejar una seña del 8% y $ 20 de comisión por lote.


En febrero de 1897 fue el Banco Hipotecario que mandó sacar a remate “al mejor postor” otros 47 lotes sobre el que pesaban deudas. Para proceder a la venta y hacer el anuncio se confeccionó un plano esta vez “conforme con la línea de calles municipal” –la línea pero no los nombres- que eran Warnes, Lezica, Florencia, Dante Alighieri y “sin nombre”. La primera paralela a Dorrego se la llamó “Estados”.


Así aparecieron entre 1895 y 1898 los primeros posibles dueños de fracciones, muchos las revendieron antes de pasado el año quizás porque quisieron o porque no pudieron afrontar la deuda.


Sin ánimo de hacer una suerte de guía telefónica de aquellos compradores -por falta de espacio y lo tedioso que sería- sólo van algunos nombres descubiertos aquí y allí en medio de escrituras de propiedad porque además son testimonio acerca de como se asentaban los títulos antes de los nombres oficiales y numeración de calles.


De esta forma Nicolás Garibaldi compró los lotes 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 19, 20, 24, 25 de la manzana “H” y fue vecino de Pedro Bianchi que adquirió el 15, 16, 17 y 18 y de Bartolomé Valdettaro que compró el 22.


Mientras tanto Higinio Tartabull compró el 2, 8 y 29 de la “F” y algunos de sus vecinos de manzana fueron Román Torres que compró el 30, Lorenzo Scala el 25 y Juan Bautista Irigoyen el 23 y 26.


En la manzana “E” aparecen de nuevo Nicolás Garibaldi esta vez comprando el lote 8 e Higinio Tartabull el 10 y 11, convirtiéndose así en vecinos de Francisco Argerich que adquirió el 22 y 23, Bartolomé Sanguinetti el 29 y 30 y Carlos Scarone “domiciliado en la calle Corrientes y Dorrego”  el lote 25. 


Otros fueron Arturo Lorenzo Patrón que compró los lotes 11 y 12 “B” y el 2, 3 y 4 “C”, por su parte José Conti se hizo dueño del 13, 14 y 15 “C” y 5 “D”.


Una pequeña información que llama la atención porque devela una costumbre apareció en “La Prensa” en  mayo de 1897: “Terrenos en la Chacarita, atrás del Parque Rancagua, con casitas, a razón de 1.25 el metro cuadrado. Compradores Francisco Fresini, Luis Cámpora, Amato Vicaccio, María S. de A. Gómez y otros.”


Entre 1901 y 1902 la mayoría habían cambiado de manos figurando como propietarios Alejandro Pérez Queipo, Alonso Trillo, Manuel Pereyra Sabrino, José Castro, José María Dobal, Francisco C. Gadea, Emilio Machado,  Juana Zapa de Agritto, Vicente Oliveto, Benito Luagliozzi, Dolores Artayeta, Juan Sidero y Santos Lascano... entre otros.


A pesar de las compras, ventas, deudas y los vecinos que iban y venían parece que de todas formas Vadillo hizo un buen negocio porque un par de años antes le había cedido a la municipalidad 18.300,20 metros cuadrados “para abrir las calles Camargo, Leones, Murillo, Padilla y otra sin nombre en inmediaciones del parque Rancagua” a cambio de quedar exonerado de pagar el afirmado de la calle.


Otra aclaración: alrededor de 1895 las calles 70B, 70C, 70D y 70E de Villa Crespo pasaron a llamarse Camargo, Padilla, Murillo y Muñecas que llegaban hasta el Arroyo Maldonado, tiempo después se extendieron más allá de Dorrego conservando los mismos nombres.


Pero esta era sólo la mitad de Mackern. La otra parte que pertenecía a Paunero tuvo otro derrotero aunque también la compró Mackern y la vendió el 8 de julio de 1899 a los socios Manuel Rocca, Manuel Piazze y Luis Testoni que formaban parte de la sociedad anónima “Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata” que estaba por entonces en liquidación.


Esta parte era un polígono irregular que ahora pertenecía a la recién creada  Parroquia de San Bernardo y estaba rodeado por el “Camino conocido por del Moreno” (Warnes) en medio Enterratorio de la Chacarita, el Arroyo Maldonado (en el plano aparece casi detrás de Dorrego) y más alejados los vecinos Pedro Mirazzon y Matías Beutner.


Como era costumbre el lugar fue loteado y vendidas las fracciones a principios del año siguiente.


Las condiciones de venta esta vez –no pesaba deuda hipotecaria bancaria ni privada- eran en 24 mensualidades de aproximadamente $ 17 (un poco más o menos dependiendo de la medida del terreno) pagaderos del 1 al 10 de cada mes, si había una mora de 3 cuotas se perdía lo abonado y los vendedores tenían derecho a una nueva venta.


Como siempre a los fines de publicitar el remate se hizo un “plano especial confeccionado para la venta” y los títulos se asentaron con el número de fracción y letra de manzana.


Así por ejemplo un tal Ramón Barrabés compró el lote 12 “C” de 343,01 metros cuadrados rodeado por  “Estados”, una calle sin nombre, Antonio Morales (otro comprador) y el lote 11 “C”.


Mientras que Luis Garaviglio compró 151,46 metros cuadrados lindando con Dorrego, los lotes 13, 14 y 16 de la manzana “K”.


Por las dudas aclaro que no eran las mismas manzanas y fracciones de las ventas anteriores.


El paraje rural se convirtió poco a poco en urbano y aunque “la principal” era Triunvirato en realidad esta zona comenzó a poblarse desde Warnes hacia el parque porque estaba más cerca de la densa población obrera que trabajaba en los talleres metalúrgicos “Máspero” en Serrano 250 y la “Fábrica Nacional de Calzado” en Gurruchaga y Padilla.


Pero la cueva no es la cueva sin las “vías del San Martín” que hacen de cerco a la zona. Era un terreno que había pertenecido en algún tiempo a la sucesión Roncoroni, aunque en realidad eran dos fracciones y la que nos interesa “tiene forma de un triángulo con una extensión superficial de 32.400 metros cuadrados”  luego de varias idas y venidas judiciales pasó a manos de Juan Clark para el ferrocarril “Pacífico” cuya historia fue contada en su momento.


A principios de 1901 Luis Huergo compró el área –excluyendo 903 metros cuadrados que ocupaban las vías- por $ 72.000 m/n... que también fue loteado y vendido.


El 28 de octubre de 1904 el municipio le dio nombre a varias calles y así terminó de configurarse el lugar.


La Ordenanza promulgó la denominación de Martínez Rosas, Girardot, Caldas, Leiva, “Monte Negro” (así se anotó en su origen) y antes de las vías se llamaba “Rabello”; también cambiaron de nombre las calles que venían desde Villa Crespo una vez que cruzaban Dorrego: Murillo pasó a ser Otero, Padilla se convirtió en Rodney, Camargo en Guzmán, Muñecas se llamó Iturri, y Chenaut recibió la denominación de “Leones” hasta 1935 que pasó a llamarse Santos Dumont.


En 1920 “Estados” pasó a ser Concepción Arenal.


Estos cambios permitieron la nueva modalidad de asentar los títulos de propiedad, al azar y como ejemplo Luis Huergo que había comprado terrenos a Clark y Cía. le vendió el lote 31 “L” a Francisco Cersósimo que después de pasar por varias manos lo compró Alejandro Caradonna recibiendo la escritura como finca 212 “Caldas entre Leones y Leiva”.


Años antes Bartolomé Sanguinetti había comprado los lotes 29 y 30 de la manzana “E” que pertenecían a Mackern ubicados entonces “calle sin nombre hoy Padilla entre Dorrego y otra sin nombre” y se los vendió en 1904 a Manuel Cures que escrituró ambos como fincas 294 “Otero entre Dorrego y Leiva”.


El lote 5 “C” pasó a ser “Chacarita entre Girardot y Caldas” y tiempo después Jorge Newbery 4670.


El 17 de junio de 1909 la Municipalidad compró un terreno de 67.548,10 metros cuadrados a Francisco Badino que lindaba por el Sudeste con parte de la calle Dorrego, en medio con propiedad de Juan Dufour y otros, en el Nordeste con el antiguo enterratorio de la Chacarita, Noroeste calle en medio con el enterratorio general y al Sudoeste todavía seguía Vadillo.


En este lugar fueron construidas “Las Colectivas”, “La Quema” (Edenor) y los talleres municipales de la Dirección de Limpieza (uno de los cuales es hoy cuartel de la Policía Metropolitana)


De esta manera concluye la historia de la formación de “La Cueva”.


Quizás no pase mucho antes que algunos anuncien la venta “de lo mejor de Palermo Cave...” ¡Porque es copado! ¿Viste?
Stella Maris De Lellis

EL PIBE CHACARITA (diciembre)


                           

Nuestros amigos: “Los contragolpeadores”


      



Toquen fierro / que aquí cerca está la yeta; / háganle una gambeta/ quién no quiera en  la pileta / tristemente naufragar...
“Fierro chifle” (1928) Tango de Benjamín Tagle Lara y César De Pardo.

Aplican el “Efecto Nico”, técnica del notable boxeador Nicolino Locche (Mendoza, 1939 – 2005), que cedía la iniciativa a sus rivales para sorprenderlos con sus certeras e inesperadas réplicas.  Están en nuestra existencia sobre un “ring” cotidiano, el juez dio las instrucciones, suena la campana elevemos la guardia, en el centro del cuadrilátero enfrentamos a un temible adversario.  Es un primer round de estudio... 

"No encontràs la factura ¡Sonaste! Ahora no te lo cambian.”
“¡Tenè cuidado! Por eso te pueden hacer una demanda judicial.”
“Me hubieras avisado, tengo un amigo que lo vende más barato.”
“Parece que falla. ¿Habrá repuestos de ese modelo?”
“Tengo la impresión que te queda chico y esa tela encoge.”
“¡Atento! Que ese barrio de inunda apenas caen dos gotas.”
“Barato pero… ¿No habrá sido de un remisero de provincia?”
“¿En febrero? Siempre llueve en la Costa.”
“¿No fuiste al Mercado Central?  Allí estaba más barato.”
“Te veo siempre igual ¿Quién te recomendó ese nutricionista?”
“¿Qué carrera elegiste? Nunca la vi en un clasificado laboral.”
“¿Sacaste platea? Si desde el paraíso se escucha mejor.”
“¿No te cayó la inspección? Dicen que no arreglan con nadie.”
“Ese no lo conozco, a mí me recetaron uno que es infalible.”
“¿Lo compraste por Internet? Es un peligro, ya tienen tus datos.” 
“Lo veo medio opaco ¿No será usado?”
“¿Lo dejàs en la calle? Ahorràs en garaje pero te lo rayan.”
“Te pica la garganta ¡Metete en la cama! ¡Hay una epidemia!”
“Sí parecía un buen muchacho pero, le diste mucha confianza…”
“Esa mancha ¿No será humedad? No creo que el consorcio te lo arregle.”
“¿Quién eligió ese color horrible? Perdón, no sabía que fue tu señora.”
“No quiero ser fatalista: ¿No había algo más resistente?”
“¿A que hora vuelven? No encontrarán remises, ni taxis.”
“¿Qué compraste? Es chino, con el viento se dan vuelta.”
“¿Por dónde tomaste? ¡No, hay un camino más corto!” 
“Mi señora cocina todos los días. En tu casa ¿no usan mucho el delivery?”
“¿Conoces a las familias de los amigos de tu hijo?”
“¿A quien vas a votar? Son todos iguales: ¡Corruptos!”
“¿Dólares? Con los problemas que hay en Estados Unidos.”
“Te pareció una buena chica. Pero, la gente se conoce a través del tiempo.”
“No vayas a esa cancha. ¿Sabes lo que hay alrededor?”
“Esas pastillas... Mirà el recetario ¿Tiene contraindicaciones?”
“Me parece que tiene mal olor.  A veces no siguen la cadena del frío.”
“¡Cuidado que andan robando! ¿Qué pensás hacer?”
“¿Poner una alarma? Los chorros la desactivan.”
“¿Un perro? Al final se hacen amigos de los cacos.”
“¿Un sereno? Duermen toda la noche.”
“¿Un vecino? Yo no confío en nadie.”
“¿Una reja? Ellos son los reyes de la barreta.”
“¿Un seguro? A seguro lo llevaron preso.”
“Hoy si te tienen que robar, te roban.”
“¿Las fiestas de Fin de Año? Sólo sirven para discutir con los familiares…”


(Si al término de la lectura Usted recordó algún: familiar, amigo o compañero de trabajo, como en las películas, su semejanza es casual coincidencia…)