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viernes, 15 de marzo de 2013

El Pibe Chacarita Marzo 2013



Fragmento de los 

Siete Pecados Capitales

Según el filósofo Fernando Savater

Estás desorientado y no sabés/ que trole hay que tomar para seguir/ Y en ese desencuentro con la fe/ querés cruzar el mar y no podés...

“Desencuentro” (1960) Tango de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo


La soberbia: La soberbia no es sólo el mayor pecado según las escrituras sagradas sino la raíz misma del pecado.  Por lo tanto de ella misma viene la mayor debilidad.  No se trata del orgullo de lo que tú eres, sino del menosprecio de lo que es el otro, el no reconocer a los semejantes.  En definitiva la soberbia es debilidad y la humildad es fuerza.  Porque al humilde lo apoya todo el mundo, mientras que el soberbio está completamente solo, desfondado por su nada.  Puede ser inteligente; puede ser astuto, diabólicamente astuto quizá, pero siempre dejará tras sus fechorías cabos sueltos por los que se le podrá identificar
La avaricia: La avaricia en la antigüedad era vista como un vicio en sociedades en las que el ahorro era una virtud. El avaro era el que llevaba el ahorro a situaciones grotescas. No atendía bien ni a sus seres queridos, ni a sí mismo. Lo único que le interesaba era acumular un capital que no se utilizaba para nada.  Lo característico del avaro es que esteriliza el dinero, que en lugar de estar en movimiento queda paralizado. Nuestra sociedad, en cambio, incita al derroche, al consumo y al gasto.  Otra dimensión de la avaricia es la usura, que ha sido tradicionalmente denunciada.
La lujuria: La lujuria es uno de los más escandalosos y también de lo más tentadores pecados. Creo que el placer es bueno, sano y recomendable. Tengo claro que si hay algo bueno en la lujuria es precisamente el placer. Si hay algo malo en la lujuria será el daño que podamos hacer a otros para conseguir goce abusándonos de ellos, aprovechándonos de la inocencia de menores o de gente que por su situación económica tiene que someterse. Nuestros sentidos son precarios, y esto queda verificado en la glotonería insaciable, en la desesperación de nuestros ojos, que nunca se descansan de ver para poseer.
La envidia: La envidia definida como la tristeza ante el bien ajeno, ese no poder soportar que al otro le vaya bien, ambicionar sus goces y posesiones, es también desear que el otro no disfrute de lo que tiene. Las cosas son valiosas cuando están en manos de otros. El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo.  La envidia es muy curiosa, porque tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado, Es la virtud democrática por excelencia.
La gula: El pecado de la gula es el ansia inmoderada de comer, de beber, ese afán de asimilarse el universo por vía digestiva. Es un pecado que nos deja un poco perplejos en este mundo dietético en el que estamos, choca tanto con la ética como la estética y quizá tenga más contra él los médicos que los propios clérigos. Lo peor de la gula hoy es que, mientras algunos tenemos la suerte de poder comer y ayunar a nuestro albedrío, muchas personas están privadas de lo imprescindible y no pueden siquiera alimentar a sus hijos con lo mínimo necesario. La gula es una falta higiénica con la cual además denotas que no tienes cuidado de ti mismo.
La ira:  La ira, esa pasión arrebatadora, esa furia que de vez en cuando nos convierte en auténticos salvajes. Aparentemente somos personas como los demás y ante un pequeño estímulo de provocación, nos convertimos en auténticos salvajes. El pecado de la ira es una cuestión de grados.  Es un movimiento, una reacción que puede indicar simplemente que estamos vivos y por lo tanto nos revelamos contra injusticias, amenazas o abusos. Cuando el movimiento instintivo pasional de la ira se despierta, nos ciega, nos estupidiza y nos convierte en una especie de bestias obcecadas. Ese exceso es malo pero yo creo que un punto de la cólera es necesario.
La pereza:  la pereza es la falta de estímulo, de deseo, de voluntad para atender lo necesario e incluso para realizar actividades recreativas o de cualquier índole. Es una congelación de la voluntad, el abandono de nuestra condición de seres activos y emprendedores.  Un viejo cuento narra como un padre luchaba contra la pereza de su hijo. Un día llegó muy temprano por la mañana, lo despertó y le dijo: “Mira, por haberme levantado temprano he encontrado esta cartera llena de dinero” El chico tapándose le contestó”Más madrugó el que la perdió” La pereza siempre encuentra excusas.  Es perezoso quien renuncia a sus deberes con la sociedad, con la ciudadanía, quien abandona su propia formación cultural.

( El recopilador de la presente tiene “tarjeta amarilla” en su conducta en relación con la ira. Me agradaría conocer: ¿Cómo andamos por casa?... )       

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