Fragmento de los
Siete Pecados Capitales
Según el filósofo Fernando Savater
Estás desorientado y no sabés/ que trole
hay que tomar para seguir/ Y en ese desencuentro con la fe/ querés cruzar el
mar y no podés...
“Desencuentro” (1960) Tango de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo
La soberbia: La soberbia no es
sólo el mayor pecado según las escrituras sagradas sino la raíz misma del
pecado. Por lo tanto de ella misma viene
la mayor debilidad. No se trata del
orgullo de lo que tú eres, sino del menosprecio de lo que es el otro, el no
reconocer a los semejantes. En
definitiva la soberbia es debilidad y la humildad es fuerza. Porque al humilde lo apoya todo el mundo,
mientras que el soberbio está completamente solo, desfondado por su nada. Puede ser inteligente; puede ser astuto,
diabólicamente astuto quizá, pero siempre dejará tras sus fechorías cabos
sueltos por los que se le podrá identificar
La avaricia: La avaricia en la
antigüedad era vista como un vicio en sociedades en las que el ahorro era una virtud.
El avaro era el que llevaba el ahorro a situaciones grotescas. No atendía bien
ni a sus seres queridos, ni a sí mismo. Lo único que le interesaba era acumular
un capital que no se utilizaba para nada.
Lo característico del avaro es que esteriliza el dinero, que en lugar de
estar en movimiento queda paralizado. Nuestra sociedad, en cambio, incita al
derroche, al consumo y al gasto. Otra
dimensión de la avaricia es la usura, que ha sido tradicionalmente denunciada.
La lujuria: La lujuria es uno de
los más escandalosos y también de lo más tentadores pecados. Creo que el placer
es bueno, sano y recomendable. Tengo claro que si hay algo bueno en la lujuria
es precisamente el placer. Si hay algo malo en la lujuria será el daño que
podamos hacer a otros para conseguir goce abusándonos de ellos, aprovechándonos
de la inocencia de menores o de gente que por su situación económica tiene que
someterse. Nuestros sentidos son precarios, y esto queda verificado en la
glotonería insaciable, en la desesperación de nuestros ojos, que nunca se
descansan de ver para poseer.
La envidia: La envidia definida
como la tristeza ante el bien ajeno, ese no poder soportar que al otro le vaya
bien, ambicionar sus goces y posesiones, es también desear que el otro no
disfrute de lo que tiene. Las cosas son valiosas cuando están en manos de
otros. El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el
otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la
traición, la intriga y el oportunismo.
La envidia es muy curiosa, porque tiene una larga y virtuosa tradición,
lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado, Es la virtud
democrática por excelencia.
La gula: El pecado de la gula es el
ansia inmoderada de comer, de beber, ese afán de asimilarse el universo por vía
digestiva. Es un pecado que nos deja un poco perplejos en este mundo dietético
en el que estamos, choca tanto con la ética como la estética y quizá tenga más
contra él los médicos que los propios clérigos. Lo peor de la gula hoy es que,
mientras algunos tenemos la suerte de poder comer y ayunar a nuestro albedrío,
muchas personas están privadas de lo imprescindible y no pueden siquiera
alimentar a sus hijos con lo mínimo necesario. La gula es una falta higiénica
con la cual además denotas que no tienes cuidado de ti mismo.
La ira: La ira, esa pasión arrebatadora, esa furia
que de vez en cuando nos convierte en auténticos salvajes. Aparentemente somos
personas como los demás y ante un pequeño estímulo de provocación, nos convertimos
en auténticos salvajes. El pecado de la ira es una cuestión de grados. Es un movimiento, una reacción que puede
indicar simplemente que estamos vivos y por lo tanto nos revelamos contra
injusticias, amenazas o abusos. Cuando el movimiento instintivo pasional de la
ira se despierta, nos ciega, nos estupidiza y nos convierte en una especie de
bestias obcecadas. Ese exceso es malo pero yo creo que un punto de la cólera es
necesario.
La pereza: la pereza es la falta de estímulo, de deseo,
de voluntad para atender lo necesario e incluso para realizar actividades
recreativas o de cualquier índole. Es una congelación de la voluntad, el
abandono de nuestra condición de seres activos y emprendedores. Un viejo cuento narra como un padre luchaba
contra la pereza de su hijo. Un día llegó muy temprano por la mañana, lo
despertó y le dijo: “Mira, por haberme levantado temprano he encontrado esta
cartera llena de dinero” El chico tapándose le contestó”Más madrugó el que la
perdió” La pereza siempre encuentra excusas.
Es perezoso quien renuncia a sus deberes con la sociedad, con la
ciudadanía, quien abandona su propia formación cultural.
( El
recopilador de la presente tiene “tarjeta amarilla” en su conducta en relación
con la ira. Me agradaría conocer: ¿Cómo andamos por casa?... )
No hay comentarios:
Publicar un comentario