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jueves, 1 de noviembre de 2012

Con ellos, no me puedo enojar. Por El Pibe Chacarita



“Con ellos, no me puedo enojar”



De repente la suerte/ fue a comenzar a verte/ y de un tiempo a esta parte/ dejar de cuestionarte/ que tal o cual reproche/ que alguna culpa errante,/ quedarme con lo bueno/ de vos lo que más quiero …
 “Mi viejo zapatero” (1990) Poema de Chico Novarro



Ángelo:  Es mi peluquero desde hace tres décadas.  La misma relación mantuve con los que me atendieron desde el corte inicial de mis bucles dorados de la niñez hasta la actualidad con mis “islas” con cabellos color cenizo.  Por el paso del tiempo fueron: Víctor Galgano, Paulito y sus locuaces oficiales Salvador y Emilio y “Mingo” Salvio.  En sus locales comencé a leer con tinta color sepia: “El Gráfico”, “Patoruzù”” y “Radiolandia”.  Era el tiempo del coloquio, donde no había aparatos que emitían ruidos.  La sesión, cuando no se hablaba de fútbol y cosas del barrio, funcionaba como un confesionario con un extraño intercambio de miradas.  El peluquero no observaba al cliente en la cara como un psicoanalista, sino a través del espejo que tenía el cliente delante de él.  Esta relación íntima no permitía, a pesar de algunas diferentes apreciaciones políticas, estar enfadado con quien por estar tan cerca de nuestro “cerebro” conocía aspectos de la personalidad de su cliente.  Ángelo es uno de aquel tiempo, a su sabiduría le adicionó el manejo de los silencios, provocadores de misteriosas confidencias…

“Homero”: Es el perro de mis nietos Nancy, Mariano y Julieta.  Aducen que exagero al afirmar que cuando reconoce la llegada de mi auto, comienza con la ceremonia de brincar, retorcer su cuerpo, mover la cola como un limpiaparabrisas y emitir un gruñido agudo de bienvenida.  Otros acusan al perro de interesado y obsecuente, dado que su conducta, se relaciona a la provisión de alimentos que le llevo.  No puedo enojarme con él cuando, en sus rabietas, le recriminan que daña los acolchados.  Creo que lo advierte con su afecto, luego de la ceremonia inicial y la comida, con su trompa me eleva el brazo derecho como diciendo: “¿Damos una vuelta manzana para apurar la digestión?”  Al regreso cuando ocupo un sillón, él apoya su cuerpo en mis piernas y se queda dormitando.  “Homero” transita por la vida sin correas o cadenas, recorre las calles solo, sabe las leyes de las mismas y cuando regresa a su hogar se queda inmóvil en su umbral a la espera de la llegada de algún conocido.  Un día me pareció escucharlo gruñir: “¿Cómo a  pesar de mis dotes de independencia aún no me dieron la llaves de la puerta de casa?” 

“La Sra. Esther”: Es la encargada de limpiar mi casa dos mañanas por semana.  Comenzó su tarea hace mucho tiempo, cuando nuestros hijos eran pequeños y ella recién contraía su primer matrimonio, luego concluido.  Actúa de modo tal como si fuera de nuestra familia, compartimos con ella las alegrías y los sinsabores.  La rutina de la tarea es respetada excepto los días de lluvias, que el patio se queda sin su presencia. A media mañana compartimos un té con galletitas, la charla es amena y audible, pues cuando usa la aspiradora sólo nos comunicamos por señas.  Por sus convicciones personales y religiosas es una persona de absoluta confianza en lo material y confidencial, digna en el trabajo a pesar de sus problemas respiratorios.  Este viernes en el momento de la charla tomando el té se produjo un largo silencio. ¿Te pasa algo Esthercita? – le dijo mi Señora.  “Si, algo verdaderamente encantador con una situación un tanto triste.  En la Congregación conocí a una excelente persona que me propuso casamiento con radicación en la Provincia de San Luis” ¿Y cuál es la noticia que te apena?” – le dijimos al unísono. “Que debo dejarlos” Esthercita lo fundamental es tu destino familiar – le contestó mi esposa -  Tenemos un grato recuerdo tuyo, por la limpieza no te preocupes. Mi esposo un recién jubilado, si no se enoja, haría un curso acelerado para conducir esta ruidosa aspiradora…

“Los Profesionales que cuidan mi salud”  Son las Dras. Marta Bidone, Mariela Barbieri y los Dres. Horacio Blanco, Néstor Burgos y Miguel A. Hadid.  Cuando nos comienzan a llamar “Abu” e intentan cedernos el asiento en el transporte público, advierten que tenemos los años expresados en los documentos.  Hay un propósito oculto de querer detener el paso del tiempo y uno comienza por: caminar, asistir a un gimnasio, tomar los dos litros de agua por día, a incorporar conocimientos de computación, a no mostrarse tan sorprendidos con los cambios sociales y tecnológicos y a controlar su salud a través de las revisaciones periódicas.  Allí aparecen ellos con sus sentencias: “Es propio de la edad”, “Debe controlarse el colesterol, evite las sustancias grasas”, “Cuidado con la glucemia, deberá consumir un edulcorante”, “Con esta prótesis dental, su alimentación será normal, “No debe aumentar de peso a fin de evitar la artrosis”, “Hay que mantener activo el cerebro, lea, escriba, hable, de esa forma se aleja el riesgo del Alzheimer”, “Le sugiero realizar las siguientes prácticas de laboratorio”  A todos los que me protegen los siento como aliados a mi deseo de envejecer en plenitud.  Ahora que existe la posibilidad de llegar a ser centenario teniendo: la gracia de una sana herencia genética, el cuidado de la salud y los avances de la ciencia médica.  ¿Cómo me puedo enojar con ellos, cuando sus secretarias me asignan un turno para dentro de un mes?...

La Señora “Pochi”: Mi esposa desde siempre y madre de nuestros hijos Pablo y Sylvia.  Una historia de amor, con la chica más atractiva de la zona, que comenzó en nuestra adolescencia y a través de los años de convivencia se transformó en un modelo de matrimonio de entonces: “irrompible”.  Ella es un ejemplo de persona sensible por el dolor ajeno, no en la declamación sino en su participación activa en los hechos.  En la vida cotidiana es muy estricta con el orden y la limpieza.  Tiene un programa semanal de comidas para el almuerzo y la cena. Desde que me jubilé soy su remisero oficial, como acompañante del rodado actúa como si fuera un GPS, indicando el camino adecuado que generalmente coincide con calzadas empedradas y con baches.  Su elección se basa en no reiterar rutinas, y tomar calles con una frondosa vegetación y casas con diseños atrayentes.  De vez en cuando me recrimina mi falta de interés en enseñarle a conducir el automotor.  Nunca me podría enojar con ella, a pesar de su sensible olfato que le permite a distancia determinar: si debo cambiarme la ropa en uso, de donde vengo o si he pisado algo maloliente producido por un perro.  Si al leer la presente, ella no deja de hablarme por dos o tres días, me agradaría seguir con estas historias relacionadas con los factores que limitan un enojo pasajero con los que me rodean…      

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