“La Familia Busato”
Por El Pibe Chacarita
El también busca su soñado bien/ desde aquel día, tan lejano ya, / que con su carga de ilusión saliera/ como la Violeta, que la va, la va...
“La Violeta” (1929) Tango de Nicolás Olivari y Cátulo Castillo.
En aquel entonces los chicos de los barrios de Buenos Aires, en general, no tenían bicicletas de su propiedad. Para su aprendizaje y posterior uso, dando “vueltas a la manzana” por las veredas linderas a sus casas, debían alquilarlas por horas o fracción. De a poco se alcanzaba lograr el equilibrio, gracias a los dolores de cintura de un familiar que de modo “heroico” sostenía al iniciado desde el asiento del rodado. Uno se “diplomaba” de ciclista, cuando circulaba en dirección recta sin sostener el manubrio con las manos.
En mi “aldea barrial” la bicicletería estaba ubicada en Jorge Newbery al 3900, al lado de la panadería y confitería “La Flor de Chacarita”, enfrente de los actuales departamentos de “Lutz Ferrando”. ¿Se acuerda...?. Era un local sin vidrieras, compartido por el lado derecho por Beanato, aquel señor delgado, calvo, fumador de cigarrillos negros con movimientos nerviosos, que con un guardapolvo ocre salpicado con pinturas de diversos colores dibujaba de modo artístico las letras en los carteles de publicidad. Apenas separados por una simple mampara se hallaba la bicicletería de José Busato quién, desde 1943 y por el término de tres años, nos dio la oportunidad de deslizarnos sobre ruedas por nuestras calles sintiendo el golpe del viento sobre el rostro.
Cuando uno se acercaba al local de Busato para alquilar una bicicleta, siempre lo encontraba concentrado en su trabajo. Al advertir nuestra presencia determinaba según el talle del cliente el rodado de la bicicleta que le asignaría, de inmediato con el pulgar de su mano derecha medía la presión de los neumáticos. Sin quitarse una “valvulita” de goma que tenía entre sus labios, producto de suspender su tarea de emparchar, nos decía balbuceante el horario de la devolución. Hoy después de más de sesenta años he vuelto a la bicicletería de Busato, siempre en Chacarita, pero desde hace treinta y dos en Giribone al novecientos, anteriormente al cuarto de siglo en la esquina con Gregoria Pérez. Deben imaginar como me sorprendí: al verlo al frente del taller trabajando en silencio, centrando con precisión los rayos de una rueda.
José Busato que hace muy pocos días cumplió ochenta y seis años está muy bien acompañado por su esposa,” Beba” Cassino, aquella chica del barrio que lo deslumbró y con quién ya superó en unión las Bodas de Oro. Ella con aquel diploma de bachiller comercial más los conocimientos que adquirió al lado de su hija, se ocupa entre otras cosas de la administración del negocio. También los hijos del matrimonio trabajan en la bicicletería: Claudia , la mayor, que con el título de Contadora además de realizar tareas técnicas en el taller se dedica a la enseñanza privada, dicta clases de matemáticas. Gabriel, el menor, de cuarenta y siete años de edad tiene asignada la responsabilidad de las compras y los presupuestos. Dante el otro hijo, no participa en este comercio. “Los Busatos” tienen once nietos de los cuales diez son mujeres, y dos bisnietos...
Busato, el patriarca de la familia, se acerca a nosotros secándose sus manos engrasadas está dispuesto a contar el origen de su familia, lo escuchamos: “Mis padres como otros tantos inmigrantes llegaron a la Argentina evitando las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. José Busato, mi padre, venía de su pueblo natal, Vicenza, de la Región del Veneto de Italia, mientras que mi madre, Consuelo Fernández, era de un pueblo en el noreste de España, Lalín, cercano a Pontevedra en la Provincia de Galicia. Se conocieron y se casaron en Buenos Aires, en el año 1918 nacía yo en el Hospital Alvear. Mi padre que tenía un carácter de aventurero, convence a mi madre en 1920 de realizar un viaje de paseo junto a mí hacia Italia. ¡Escuchen bien! La estadía se prolongó por doce años, en ese lapso nacieron mis hermanos italianos: Dante, Dorino y Lidio. El próximo proyecto de mi padre estaba en Francia, y lo concreta alquilando en Toulouse una chacra para comenzar su trabajo con sembradíos. En ese lugar la familia permaneció siete años. Durante ese período intensifiqué la práctica de ciclismo y básquet. El 2 de diciembre de 1938 regresamos a la Argentina y, nos instalamos en Jufré 128 cercano al Parque del Centenario. Dado que el Cónsul Argentino en Bordeaux había realizado los trámites de mi enrolamiento, en 1939 cumplí con el Servicio Militar Obligatorio en el Instituto Geográfico Militar. En marzo de ese año fallece mi padre. Luego de la conscripción comienzo a trabajar como herrero en las Carrocerías Rusca. En l942 nos instalamos en Chacarita, al mudarnos a Charlone al setecientos. En l943 decido independizarme y abro el negocio de bicicletería. ¿Qué te parece, si tomamos un cafecito y luego te respondo acerca del motivo por esa elección?”...
“Cuando era un niño había en mi casa un objeto que me fascinaba: una bicicleta Magno de mi padre. Cuando él estaba ausente yo intentaba manejarla, resultaba imposible, no llegaban mis piernas desde el asiento a los pedales. Para andar colocaba mi cuerpo entre el cuadro de la bicicleta. Tuve varias caídas, una con consecuencias pues me quebré el antebrazo, aún tengo esa “condecoración” con esta deformación ósea que aún me acompaña. Desde aquel día siguió creciendo la pasión por la bicicleta. En 1945 tuvimos un triste episodio, en un circuito ciclístico callejero, por la imprudencia de los organizadores, fallecía trágicamente mi hermano Dante.”
Mientras observo los trofeos y las notas periodísticas donde resaltan los logros deportivos de José Busato llegando como Ganador de la Doble Arrecifes del año l945, o de su destacada actuación bajo la lluvia en la Rosario, Buenos Aires de 1948, advierto a una señora sentada tomada con sus dos manos de un bastón. Inicio un diálogo con ella, Silvia Bidoglio, que permaneció en silencio durante este encuentro: “Soy la prima de Ludovico Bidoglio que en l925 jugó en la primera de Boca Juniors, a la familia Busato la siento como propia, somos amigas con “Beba” desde niñas. Pensar que su madre no lo quería a José como yerno porque era bicicletero...”
La madre de José Busato, Consuelo Fernández, falleció en l968. Cuenta su hijo con un brillo en sus ojos, que ella era una mujer de una sugestiva belleza, que cuando visitó su pueblo natal en España y se identificó, de inmediato sus antiguos pobladores la recordaron con un: “Tu madre era un primor, la conocíamos como La Españoleta...”
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