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domingo, 15 de abril de 2012

OTRA FORMA DE VIVIR



por Omi Fernández

Esta será la 38.ª  Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. Sin dudas una de las más importantes de América Latina, con un promedio altísimo de visitantes, tanto de lectores habitués como de no lectores que se acercan a los escritores, concurren a las presentaciones de libros, a las lecturas literarias, a las mesas redondas, hacen largas filas para obtener el autógrafo de su autor preferido, y por supuesto, compran libros para ellos y para sus hijos.
Las familias han asumido como propio este fenómeno cultural y, año tras año, vemos como mantienen su concurrencia que, no se limita a los porteños y los habitantes del conurbano bonaerense, sino que además, recibe la visita de mucha gente de las provincias y de otros países hispanoparlantes.
Tanto los lectores consuetudinarios, como los que no lo son, se dan cita en el evento. Otro tanto ocurre con las instituciones educativas, de nivel primario y secundario que proponen tareas para realizar en clase, luego de haber concurrido a la Feria.
Entre abril y mayo de cada año, se reitera este acontecimiento cultural que tuvo su origen en el año 1975 a instancias de la ahora Fundación El Libro, y que debe la fecha de realización al escritor y periodista valenciano Vicente Clavel Andrés, quien propuso el día 23 de abril como día Internacional del Libro, aceptado, a la fecha, por más de un centenar de países.
La elección de día y mes no es caprichosa, un día 23 de abril de 1616  fallecieron tres de los más grandes escritores occidentales William Shakespeare de lengua inglesa y Miguel de Cervantes Saavedra  de lengua española, así como también el Inca Garcilaso de la Vega, nacido en Cuzco, Perú y que fuera el primer escritor que sintetizara la cultura europea con la indígena.
La muerte de estos tres grandes escritores el mismo día, del mismo mes, del mismo año ha provocado conjeturas que escapan al mundo físico, que no son más que hipótesis no comprobables y ligadas al ocultismo, la numerología y cualquier otra disciplina que se ocupe de lo inhaprensible, lo inefable, lo imponderable.
El mundo académico, a su vez, esgrime la idea de que el único que murió un 23 de abril fue el Inca Garcilaso, y que ni el “manco de Lepanto” ni el  “el bardo de Avón”  terminaron sus días en esa fecha. En el primero caso aducen que fue enterrado el 23 pero que el día de su muerte fue el 22 de abril. En el segundo caso, que era el calendario juliano el que se tomaba en cuenta en el Reino Unido en esa época, por lo tanto haciendo la traspolación la verdadera muerte de Shakespeare sería el día 3 de mayo.
Es interesante destacar que con respecto al escritor inglés se han tejido muchas conjeturas, se ha dicho que nunca existió y quienes están en esta posición sugieren que en realidad fue Francis Bacon (1561-1626) quien produjo toda la obra shakespeariana argumentando que la cultura y dominio del idioma que recorren las páginas de los dramas Hamlet, Otello, el Rey Lear, Romeo y Julieta y tantas otras, no se condice con un hombre de pueblo de aquella época y lugar. En cambio que Lord Bacon canciller y político inglés nacido en la alta aristocracia, había recibido la educación apropiada pero, en ese período, hubiera sido un deshonor escribir obras de teatro, por lo cual, inventó un personaje “William Shakespeare” con el que firmó toda su obra. Esta es la llamada teoría baconiana, la que es refutada por la mayoría de los académicos con el principal argumento -hay muchos otros- de que la poesía de Bacon es muy diferente a la del genio del Avón.
Sea quien sea su autor las obras de Shakespeare son inmortales, ya han pasado 400 años sin perder su vigencia, y son la expresión máxima de una síntesis entre poesía de alto vuelo, pensamientos filosóficos universales y conflicto dramático, todo ello condimentado con un fino sentido del humor.
Lo mismo ocurre con Miguel de Cervantes y su obra maestra: El Quijote de la Mancha. Escrita en el  lenguaje popular de su época, aunque para nosotros sea español antiguo,  conserva la gracia original aunada a una sátira a la sociedad de su tiempo, un reflejo de los ideales a ultranza de Don Quijote con el sentido práctico y realista de Sancho Panza, humor y filosofía en proporciones justas y necesarias. Y, además, una serie de situaciones y personajes que a través de la comicidad resultan un testimonio del comportamiento de sus contemporáneos.
Todo esto se condensa en el libro. Los libros tienen un significado que va más allá de sus valores literarios, son una manera de incentivar la imaginación que ninguna otra disciplina artística puede proporcionarnos.
Hay una relación amorosa y sensual entre la persona que está leyendo y el libro que tiene en sus manos. Lo observamos en las plazas, los medios de transporte, los bares. Cuando una persona está leyendo en un lugar público, aún cuando desconozcamos el contenido de lo que lee, podemos ver su concentración y esa relación única con el objeto que crea una barrera invisible entre su persona y el mundo circundante.
Los libros nos dan conocimiento, y éste es poder. Nos dan paz espiritual, que es imprescindible para resolver problemas. Nos consuelan cuando estamos dolidos. Nos abren la perspectiva cuando a través de personajes vivimos situaciones y conflictos   como si esos seres hechos de tinta, fueran amigos íntimos. Nos ubican en cuanto a medir los propios sufrimientos sin magnificarlos. Nos acompañan. Cuando alguien adquiere el hábito de la lectura, es muy difícil que sienta una soledad que lo agobie. Son una manera de volar, de viajar por territorios desconocidos, de ser protagonistas de aventuras que quizá nunca podamos experimentar en la realidad, y nos enseñan cuál es la mejor manera de recorrer los caminos que el destino nos tiene asignados.
Hay libros para todas las edades y para todos los gustos. Hay libros para cada una de las etapas de nuestras vidas. La lectura es un placer y como dijo Jorge Luis Borges, si un libro se empieza a leer y resulta difícil continuar, no hay que forzar la lectura. Ese libro no es para nosotros en ese momento, quizá sea para dentro de un par de años, quizá no sea para ningún momento  pero el libro debe elegirse con libertad y debe leerse con alegría. Hay muchos libros y muchos escritores, todos distintos, cada uno con su idiosincracia y sus gustos. Lo mismo sucede con los lectores. Por eso es muy importante cuidar esa relación libro_objeto / lector_sujeto eligiendo lo que nos interesa en cada momento. Esta es la manera de que se produzca el milagro repetido una y otra vez, de una persona que desde el sillón de su casa viaja por tierras inexistentes, conoce seres extraordinarios, vive situaciones inventadas por otro, que es a su vez, un lector de otros autores y la cadena sigue y sigue, los eslabones se van uniendo y rompiendo creando una trama de imaginación y fantasía que nos es tan necesaria como el agua que bebemos.

www.omifernandez.com.ar

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