Por Omi Fernández
¡Maravilla de ésta
época son las redes sociales! Antes de que los medios periodísticos
desempolvaran el obituario correspondiente, la gente supo que, en el día de hoy
y por la mañana, perdimos a un Grande: CALOI.
Los deseos de un
buen viaje, el recordatorio de los momentos felices que nos brindó con sus
tiras, la pena por ya no tenerlo, los pésames formales e informales; todos se
pronunciaron ante la noticia de la muerte de Caloi.
El suyo, no sólo
fue un humor muy argentino, sino también muy humano y comprometido con la realidad política, supo
participar cuando lo que se imponía era el silencio, encontró una voz a través
del humorismo que le permitió ser denunciante del Proceso Militar. Ese gobierno
de facto que amordazó a la sociedad argentina con acciones tan despiadadas que la Revolución
Libertadora, aquella del '55, pasa a ser -en la comparación- un juego de niños.
La tira de Caloi
surge en 1973 con un personaje llamado Bartolo que maneja un tranvía y tiene
una mascota sin brazos llamada Clemente. En su inicio, la historia giraba en
torno a una mirada melancólica de Buenos Aires,
que era la visión de Bartolo. Era un paneo por la ciudad con la intervención
de su mascota como interlocutor, tal como Mendieta e Inodoro Pereyra, otro
personaje grandioso creado por su aún más grandioso autor: Roberto
Fontanarrosa, que junto a Caloi, seguiremos recordando todos.
Caloi siempre tomó
el pulso de la sociedad, si bien era salteño, su modo de analizar y vivir lo
cotidiano, su pasión por el fútbol, por las mujeres curvilíneas y por el tango,
lo convierten en un porteño, aunque ya el término excede a la General Paz, es
un arquetipo humano que se ha tornado muy abarcativo. Lo que encuentra a través
de su personaje es la preocupación cotidiana de los argentinos, y el hecho de
que la tira fuera diaria le permitió a su creador ir creciendo y sintetizando
el imaginario colectivo.
Año 1978: ”los
argentinos somos derechos y humanos”, el público futbolero de todas partes
acude al mundial de fútbol y frente a la consigna “nada de papelitos” Caloi
utiliza a Clemente como un arma con la imagen del pajarraco sin brazos tirando
papelitos en la cancha. Es que cuando, frente a la afluencia de extranjeros que
provocaba el mundial, José María Muñoz, el relator deportivo de entonces,
bajaba línea para que desde las tribunas no se tiraran papelitos con el
propósito de evitar que la gente de otros países nos tildara de “sucios”. Caloi
captó la instrucción y la convirtió en resistencia, una resistencia pacífica y
vestida de humor, con lo cual evitaba cualquier tipo de restricción o censura,
desde el gobierno.
Se criticaba a la
A.F.A. y por lo tanto, no se transgredía la consigna gubernamental, pero el
pueblo en su conjunto también captó ese mensaje como una manera de
confrontación, y los papelitos de Clemente ya son un hito en la historia de la
resistencia de nuestra sociedad a los atropellos de quienes detentan el poder.
Otro tanto podemos
decir de las votaciones del 2001, cuando mucha gente autoimpugnó su voto
colocando a Clemente en el sobre de los comicios.
Pero Caloi, no fue
solamente el creador de Clemente, antes del '70 fue colaborador en la Revista
Tía Vicenta y realizó el cortometraje “Las invasiones inglesas”, que sólo por
su título da cuenta de su interés por lo acontecido en toda la historia de
nuestro país.
Entre la obra
inolvidable que dejó está el programa televisivo “Caloi en su tinta”, que se
mantuvo en el aire por más de diez años, donde semana a semana nos acercaba
cortos animados realizados en otros países. Gracias a este ciclo accedimos a la obra de grandes artistas plásticos de
todos partes del mundo, nos mostró películas animadas que se destacaban por su
nivel estético y semántico.
Puso en el aire
óperas hechas por marionetistas internacionales basadas en obras como Turandot y Rigoletto (reducidas en
su duración original y traducidas al inglés pero cantadas por artistas de
primer nivel) que logró que muchos televidentes se acercaran por primera vez a
ese género con tan mala prensa e incluso desestimado por el público que no lo
conoce.
La semana pasada
se estrenó el largometraje animado “Ánima Buenos Aires”, que realizara con su
compañera María Verónica Ramirez, que es productora ejecutiva y directora del
film, junto a otros artistas gráficos como Carlos Nine, Pablo y Florencia
Faivre y Pablo Rodríguez Jáuregui.
Consta de cuatro
partes como cuatro visiones diferentes de Buenos Aires tituladas: "Mi Buenos Aires herido",
"Meado por los perros", "Claustrópolis" y
"Bu-Bu". La música estuvo a cargo de Rodolfo Mederos, Gustavo Mozzi y
Fernando Kabusacki.
Este film, que les
llevó varios años de trabajo, utiliza tanto las técnicas tradicionales de
animación como otras nuevas tales como collage y esténcil, este último
realizado por Zaramella y Rulloni, con figuras bailando el tango y sobrevolando
la ciudad.
No podía estar
ausente el conventillo, el farol que se acomoda al porteño reo, el puente de La
Boca y el obelisco, todo ello con una originalidad que emerge de la actitud de
los creadores, quienes buscaron dentro de sí mismos en lugar de importar ideas
foráneas.
De la creatividad
y genialidad de Carlos Loiseau no tenemos dudas ni los argentinos ni los
extranjeros, porque este artista plástico trascendió con mucho las fronteras de
su país, pero ser el creador de un ídolo indiscutido que cobró vida propia
traspolando a su autor, hay muy pocos. Hoy, no hubo sino palabras de tristeza
en Facebook, Twitter y otras redes sociales. Un sentimiento de velorio nacional
está ocurriendo, la muerte de Caloi nos provoca la misma sorpresa, desazón,
angustia y dolor que sentimos cuando se nos muere un amigo.
Hemos perdido a un
creador de magnitud, que con su personaje se excedió a sí mismo y penetró en
todos los hogares, se metió en las conversaciones, irrumpió en las discusiones políticas --sin haber sido creado como humor político— y se
levantó como un líder indiscutido que vivirá con nosotros como Quino con
Mafalda y Fontanarrrosa con Inodoro
Pereyra.
Chau Caloi,
habitarás nuestra memoria por siempre.
www.omifernandez.com.ar
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