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viernes, 11 de mayo de 2012

Una leyenda del básquet: el “Sporting Social Club”


Viejos tiempos de la infancia/ yo recuerdo con cariño/ los momentos que pasaron/ en mi alma yo he llevado/ como alivio de mi vida…
Viejos Tiempos (1935) Tango Milonga de Alfredo Lepera y Carlos Gardel.

En Memoria de Horacio Ferrario quien falleció a los 94 años el 7 abril de 2012

Según cuenta la historia, en una Navidad de hace exactamente cien años, James Naismth inventaba el básquet.  A nuestro país llegó en el año 1912 a través del Profesor Paúl Philip Phillips procedente de Pensilvania para difundirlo desde el club “Asociación Cristiana de Jóvenes”.  La práctica de ese deporte en el barrio se inició en 1932, fue cuando un grupo de muchachos que integraban un equipo de balón actividad similar al fútbol, se interesó por el básquet.  Uno de ellos Amaral, de origen uruguayo, recordó el nombre de un equipo d su niñez para bautizarlo,  Así nació el “Sporting Social” con una cuna de polvo de ladrillo sobre un terreno de la calle Dorrego al mil cien.
Para evocar la gesta del club estoy reunido con dos integrantes del otrora equipo, Horacio Ferrario que luce con muchos bríos sus setenta y cuatro años de vida y Carmelo Russo, con la estampa de siempre, que disimula sus setenta y un años de existencia.  En forma animada nos comentan los hechos de la fundación del club:
“El terreno baldío lo pagamos 27.000 pesos; como había sido un horno de ladrillos, entre todos los muchachos lo rellenamos con cascotes.  Eso favorecía un pronto desagote en los días de lluvia.  En forma manual, por medio de un pesado mortero se trituraba el ladrillo para recubrir el piso de la cancha.  Los tableros fueron armados sobre largueros de una carrocería de camión.  El vestuario tenia sobre su techo, dos tanques metálicos de doscientos litros que llenábamos con agua fría a través de una bomba.  Servían para la ducha de verano e invierno,  El presidente del Club, José Milani, que fue marmolero y tuvo un despacho de nafta, colaboró en forma entusiasta para crear una gran Institución.  Lo trascendente en la parte deportiva ocurrió en el año 1934, cuando la revista “El Gráfico” organizó el campeonato de la categoría novicios, teniendo como escenario la cancha de Villa del Parque.  Sobre 86 equipos inscriptos, el “Sporting Social” se clasificó campeón invicto.  Integraban aquel equipo: Miguel y Alfredo Evangelista, José Biggi, Ángel Tuccillo, Taboada, Berrade, Amaral entre otros”…
Horacio y Carmelo siguen recordando con entusiasmo aquella época, como si estuvieran vistiendo la camiseta blanca con rayas horizontales: una ancha de color rojo en el medio y dos finas de azules con un espacio en blanco. Y en el pecho los números 36 y 34 que lucieran en la casa del “Sporting Social”.  Ahora nos cuentan:
“Desde aquel triunfo inauguramos el ritual de dar las hurras en el buzón de Dorrego y Guevara.  Luego vino la  actuación en segunda y el ascenso a primera.  Fueron históricos los encuentros con “El Tala” de la calle Castelli 250, casi siempre fuimos victoriosos.  El básquet de antes era distinto al actual, con otra reglamentación, había más jugadas y menos tantos. Un score de 50 tantos era goleada.  Luego de cada tanto se hacia un salto en el centro, allí Alfredo Evangelista era ganador para iniciar la primera jugada.  El equipo base siempre era el mismo, nosotros que jugamos en cadete y luego en cuarta, sólo entrábamos en juego cuando había un partido con tanteador definido.  Siendo suplentes nos deleitábamos viendo jugar a estos fenómenos”
Un diario de la época decía: “Sporting jugaba bien y ganaba, pero además tenia simpatía.  Traía, en efecto, una historia romántica.  Un nacimiento junto a un buzón en una esquina porteña, es como decir un sabor a pueblo, de cosa de muchachada cordial”  La charla nos lleva a recordar a la “estrella” del equipo y del básquet nacional de aquel momento: José Biggi.
“Fue un adelantado del juego, un virtuoso del deporte en general.  Así como fue un brillante arquero en balón, se destacaba en paleta u otro deporte que incursionaba.  Era muy cuidadoso de sus reservas físicas y mentales, hacía relax antes después de cada competencia.  Cuando algún fallo del juez no lo conformaba, no podía disimularlo con los gestos de su rostro.  Así fue que un árbitro de la época, el Sr. Troncoso, lo expulsó en un partido decisivo.  Su carrera deportiva se truncó en 1940, cuando firmó para San Lorenzo por 5000 pesos de aquellos tiempos.  Aunque su padre reintegró el dinero, había sido expulsado por vulnerar la figura del jugador amateur, a pesar  de la gestión del Sr. Giovanetti, vecino y secretario de a Asociación de Básquet.  Antes un equipo de Mormones de Estados Unidos que visitaba el país había intentado contratarlo pero, él prefirió su “Sporting”.  La familia de Biggi estaba en una buena posición económica, dado que su padre tenía carros con caballos para transportar los troncos de madera a los aserraderos, como Saccone y Borla.  Con un Buick fuimos a Mar del Plata, el pavimento estaba húmedo, en una maniobra se desplazó de la ruta y mordimos la banquina hasta llegar a pocos centímetros de una viga de hierro con cartel que decía: “Curva”.
Los recuerdos de estos amigos parecen latentes aunque duden de alguna fecha de los acontecimientos pero, los pormenores de los hechos siguen vigentes en sus mentes:
“En 1942 tuvimos la idea de trasladarnos a la media manzana disponible entre Heredia y 14 de Julio. Hubo desavenencias con los nuevos directivos y los fundadores del Club.  Volvimos un tiempo después para verificar que todo esfuerzo resultaba infructuoso.  Había pasado el tiempo de la bohemia… Ahora tratan de identificar los nombres de sus amigos en fotos en blanco y negro; Antonio Marzorati, Héctor Peyrù, Manuel Limeres, Cayetano Francavilla, Francisco Alonso, Oscar Galíndez, Juan Fava, Oscar Ucha, Héctor Romagnolo, Alberto Bonnefont, Roberto Raggio, Di Pascal, Alberto y Eduardo Casazza Enrique González, Vidal, Hugo Bàrcena…      
  Muchos de los nombrados asisten a las reuniones mensuales en el restaurante “Gambrino” y no cesan de evocar el tiempo del “Sporting”.  Esos encuentros los remiten a aquellos muchachos que siguen dando las hurras en el buzón de Guevara y Dorrego…



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