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viernes, 22 de junio de 2012

“El Tornú”




           Las carencias sanitarias eran alarmantes a comienzos del siglo XX. Las estadísticas informaban que el 48 % de los fallecidos en la ciudad de Buenos Aires entre 1901 y 1904 había sido por tuberculosis, fiebre tifoidea, viruela, escarlatina, difteria, sarampión, infección puerperal y meningitis.
            Similares eran los índices de alcoholismo y de propagación de enfermedades venéreas. No era mejor la situación de mujeres y niños en talleres y fábricas que cumplían a destajo tareas que requerían un esfuerzo no propio para su contextura en locales cerrados o mal iluminados con largas jornadas sin descanso ni feriados.
La consulta médica llegaba con la real imposibilidad física de realizar el trabajo, al que le seguía el drama del sustento familiar por falta de paga.
En 1877 el Dr. Guillermo Rawson había creado el primer curso de higiene en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, su labor la continúo el Dr. José Penna como epidemiólogo y luego en profilaxis y medicina preventiva.
Pero pasaron varios años hasta que el Dr. Samuel Gache diera la primera conferencia pública alertando sobre la gravedad de la tuberculosis y propiciando una “Liga” contra esta enfermedad. No tuvo eco en ese momento, pero tiempo después junto con el Dr. Emilio R. Coni fundaron la “Liga Argentina contra el desarrollo de la Tuberculosis” el 11 de mayo de 1901 en sede propia por cesión de un terreno municipal en la esquina de Santa Fe y Uriarte.
Iniciativas de “La Liga” fueron la instalación de saliveras y fijación de carteles sobre la obligación de su uso en lugares públicos -La Ordenanza Municipal “Prohibido escupir en el suelo” fue aprobada en 1902 por iniciativa del médico higienista Marcos Augusto Luis Daniel Bunge (1877-1943)-; como así también otras medidas higiénicas en buques, cuarteles, hoteles, trenes, tranvías y templos.
Solicitaron el cumplimiento de la Ordenanza Municipal del 14 de junio de 1883 que ordenaba la denuncia de las enfermedades infectocontagiosas (la tuberculosis pulmonar se agregó diez años más tarde). La obligatoriedad de desinfección de objetos y ropas usadas en venta pública (1886), y de casas, ropas y muebles de fallecidos por esta causa (1892).
En 1902 fue aprobada la ordenanza que prohibía la admisión de tuberculosos en hospitales del municipio y sólo permitía un número reducido donde se dictaban los cursos de la Escuela de Medicina a modo de práctica.
También crearon el Dispensario de Lactantes. La “Gota de Leche” (que no era gota pero si leche) era entregada en los hospitales “San Roque” (Clínicas) y “Norte” (Fernández), la misma provenía de tambos propios de la localidad de San Vicente y era sometida a proceso de pasteurización.
Por entonces ya había sido cerrado en medio de un escándalo –por lo costoso de su mantenimiento- el primer antecedente que se conoce de un hospital para tuberculosos que había sido construido en el Valle de Capilla del Monte (Córdoba).
Otros intentos no pudieron concretarse hasta que finalmente el Director de la Asistencia Pública Dr. Penna le confío al Dr. Coni la fundación y organización del sanatorio municipal a construirse “en una pequeña altura de los alrededores en Villa Ortúzar”.
Tuvieron especial cuidado en elegir el terreno. Los 72.000 metros cuadrados en  forma de polígono irregular tenían jardines internos y eucaliptos para mantener la pureza del aire.
Dato aparte, la existencia de tantos eucaliptos en la zona –incluido el Parque Los Andes- era justamente por lo insalubre del lugar al que debían sumarse los hornos crematorios del cementerio y luego la quema de basuras. 
En principio recibió el nombre de “Hospital Manuel Augusto Montes de Oca”. El 20 de septiembre de 1904 por gestión de la liga antituberculosa pasó a llamarse “Enrique Tornú”.
Fue inaugurado oficialmente con la apertura de uno de los pabellones el 8 de octubre de 1904 por el Intendente Alberto Casares, y en marzo de 1905 fue habilitado al público bajo la Intendencia de Carlos Rosetti.
El interior fue diseñado con el máximo confort de la época. Las galerías de cura al sol estaban orientadas hacia el noroeste y sudeste terminando en un hall con cielorraso de yeso cerrado con vidrios fijos multicolores iluminando la puerta que daba a los jardines a los que se llegaba por una escalera de mármol.
Las dos salas de cada pabellón, construidos sobre sótanos un metro arriba del suelo, aseguraban la aireación y prevención de la humedad. Disponían cada una de 24 camas unidas por corredores cortados en cruz limitando cuatro piezas independientes entre sí: lavatorios, baños, enfermería y cuarto calorífero a gas para mantener la temperatura conveniente y constante que también servía de sala de examen.
En el primer piso de la parte central se estableció la dirección y servicios anexos; en la planta baja se encontraban la administración, sala de consulta externa, dispensario, laboratorio, comedor y habitaciones del personal. En el subsuelo funcionaba la farmacia, cocina, despensa, ropería y cuartos del personal de servicio.
Las salas tenían piso de mosaico veneciano y enormes ventanas con banderolas. Los techos eran de forma oval con aberturas en la parte superior y las paredes estaban pintadas al aceite hasta los dos metros, había también tomas de aire graduadas.
El 28 de abril de 1905 la municipalidad cambió el nombre de “Hospital” por “Sanatorio Enrique Tornú”.
Su primer director ad-honorem fue el Dr. Coni. El primer personal asignado al Sanatorio  Enrique Tornú y Estación Sanitaria de Villa Ortúzar (asistencia a domicilio) fue el siguiente: 1director, 2 médicos internos, 1 administrador, 1 oficial de 3º para mesa de entradas, 1 farmacéutico, 1 auxiliar, 1 auxiliar de farmacia, 3 practicantes mayores, 1 capellán y director de la escuela para enfermeros, 2 cabos de sala, 8 enfermeros, 1 peón de botica, 1 portero, 1 sereno, 1 caballerizo, 1 cocinero 1º, 1 peón de cocina, 1 jardinero, 6 peones, 1 cochero, 1 sastre, 1 mecánico de desinfección, 1 cocinero de 2º, 1 carpintero y 1 barbero.
Al año siguiente se agregaron: 2 médicos de sala (médico interno a domicilio), 1 mecánico, 2 cocheros, 1 costurera y 1 cocinero de 2º.
Pero el mayor desafío fue ordenar la vida interna. Al ingresar los enfermos eran examinados para abrir la historia clínica y notificados sobre las disposiciones del reglamento.
La limpieza era estricta por ser el punto fundamental en la cura y profilaxis: cabello y barba cortos y falta grave escupir en el piso y fumar.
El control del peso se realizaba cada sábado y el de temperatura se hacía por la mañana y por la tarde; las salivaciones y orina se analizaban dos veces por mes.
La revisión dental era semanal, gozaban de baños tibios periódicos -duchas y fricciones sólo por orden médica-. Se les entregaba gratuitamente: toalla, jabón, peine, cepillo de dientes, frasco de agua dentífrica, un jarro de hierro esmaltado y objetos de uso personal: servilleta de mesa con aro, cuchillo, tenedor, cucharas para sopa y café, vaso de hierro esmaltado y ropa de cama (tres frazadas y una manta).
Los días de visita eran los jueves y domingos de 12 a 17 hs.
La rutina era rígida pero los enfermos disponían de comodidades que quizás no tenían en sus propias casas: iluminación a gas con picos incandescentes, luego fue reemplazada por eléctricas por fuerza motriz cuando se habilitó la estación de desinfección y el lavadero.
El agua potable provenía de la segunda napa traída a la superficie por medio de un molino de viento y después por una bomba a vapor con las mejores condiciones de potabilidad. El agua caliente se distribuía por canalización que llegaba desde la cocina y se extendía a un servicio completo de hidroterapia. Las basuras eran quemadas en un horno y las materias fecales y aguas residuales eran tratadas en una cámara séptica.
La Liga Argentina contra la Tuberculosis llegó a administrar cuatro dispensarios: Tornú y Rawson (inaugurados en 1902). Fernández (1905) y “Dr. Samuel Gache” que cerró por falta de recursos.
El censo de 1906 informaba con orgullo: “Todas estas medidas han dado, no solamente los resultados que se esperaban, sino que han permitido declarar al doctor Emilio R. Coni, delegado argentino al Congreso contra la Tuberculosis, reunido últimamente en París, que casi todos los desideratums sancionados por los higienistas de más renombre de la Europa, eran ya realidades en nuestro país.”
Quiero agradecer al médico y enfermero del SAME, médicos y enfermeras que me atendieron por guardia médica el 3 de junio en horas de la tarde, siento no saber sus nombres –yo tampoco sabía que estaba ahí- por eso puedo decir sin exagerar que me salvaron la vida.
            De nuevo, Gracias.


Lic. Stella Maris De Lellis

CONTACTO CON EL HOSPITAL TORNÚ

Hospital Dr. Enrique Tornú Combatientes de Malvinas 3002 (1427), Capital Federal, República Argentina Teléfono UCP: 54 (11) 4523 3511 Persona de contacto: Sra. Estela Jaime Correo E: ucp.tornu.fundacionfemeba@gmail.com

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