por
Omi Fernández
Cultura es
todo lo que el hombre hace y que no le es dado por la naturaleza. En sus
orígenes el término respondió a los primeros cultivos de la tierra y aún en
nuestros días las disciplinas ligadas a esta tarea siguen llamándose:
agricultura, piscicultura, etc. Sin lugar a dudas, los avances del hombre sobre
la naturaleza se fueron abriendo en abanico y el concepto fue transformándose
según los usos y costumbres de la sociedad.
La Real
Academia Española define tres acepciones del término: 1. f. cultivo. 2. f.
Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de
desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
No es lo mismo
hablar de cultura en el siglo XXI que en el XX o el XIX, los parámetros han
cambiado. Hasta hace escasos cincuenta años se asociaba cultura a civilización,
calificándose de “culto” al estudioso de la Historia, las Ciencias (blandas y
duras) y las Artes. El desarrollo de éstas, la revolución industrial, los
inventos tales como la fotografía, la radio, la aviación, la televisión y el
cine y, el advenimiento de nuevas tecnologías han transformado el concepto. En
especial, desde que la electrónica se convierte a mediados del siglo XX, en la
gran estrella y pasa a dictar las modas imperantes: la globalización empareja,
todos tienen acceso a la web, la cultura deja de ser privativa de élites.
Si vemos films
de hace cincuenta o sesenta años notaremos que tanto en las imágenes, como en
la forma pausada de hablar, las escenas nos parecen lentas con respecto a
cualquier película de esta época.
Todo está
acelerado, y para estar “á la page” debemos esforzarnos en abordar y dominar nuevos
conocimientos con herramientas como celulares, agendas electrónicas, ipods que
usamos en combinación con video clips, computadoras, Internet y las redes
sociales.
Desde hace
varias décadas, los más jóvenes son protagonistas. Hoy son hijos y nietos quienes
enseñan a sus mayores a utilizar el celular, enviar mensajes de texto, buscar
un dato en Internet y hasta cómo incorporarse a las redes tipo Facebook o
Twitter.
Los valores
ligados a la obtención fácil de información, el consumo de datos sin elaboración,
el considerar que tenemos muchos amigos porque somos internautas, amerita ser
revisado para evitar que la cultura sea un producto light, con fecha de
vencimiento, y que hay que consumir preferentemente antes de…. Porque el
resultado es que se la mide como un producto comercial. Y así, nos encontramos
con valores de gran liviandad y poca duración, porque carecen de solidez.
Zygmunt
Baunman en su libro Modernidad Líquida dijo refiriéndose a este tema: “El
advenimiento de la instantaneidad lleva a la cultura y a la ética humanas a un
territorio inexplorado, donde la mayoría de los hábitos aprendidos para
enfrentar la vida han perdido toda utilidad y significado.”
Toda actividad
requiere tiempo y dedicación, nuestra inteligencia tiene como gran aliada a la
memoria, y ésta funciona en base al tránsito y la repetición. La información
que conseguimos en Internet, en pocos minutos y sin complicaciones, requiere
del análisis, la comparación y la síntesis para que se integre a nuestro mundo
de ideas. Pero esto no es instantáneo, y tendremos que descubrir nuevas formas
para nadar en estas aguas, que esté en equilibrio entre el carpe diem y una
cultura que nos contenga.
Odile Jacob en
su libro “La cultura mundo”, acuña como cultura-mundo el concepto
globalizado y generado por todas las clases sociales y nos dice: “Nunca más
volveremos a tener el mundo de certidumbres y equilibrios de antes. La era del
código unificado del sentido se ha perdido para siempre.” Sin embargo, esto
no es apocalíptico, tal como Herbert Spencer dijo en su “Principios de la
Biología”, la selección está dada por la sobreviviencia del más adaptado, y
de esto se trata nuestra convivencia social en el presente, adaptarnos a estas
nuevas formas sin oponernos caprichosamente con la idea de que todo tiempo
pasado fue mejor, ni tampoco con obediencia servil sin defender nuestra
individualidad.
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