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lunes, 13 de agosto de 2012

Lo que la cultura nos impone



por Omi Fernández
Cultura es todo lo que el hombre hace y que no le es dado por la naturaleza. En sus orígenes el término respondió a los primeros cultivos de la tierra y aún en nuestros días las disciplinas ligadas a esta tarea siguen llamándose: agricultura, piscicultura, etc. Sin lugar a dudas, los avances del hombre sobre la naturaleza se fueron abriendo en abanico y el concepto fue transformándose según los usos y costumbres de la sociedad.
La Real Academia Española define tres acepciones del término: 1. f. cultivo. 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
No es lo mismo hablar de cultura en el siglo XXI que en el XX o el XIX, los parámetros han cambiado. Hasta hace escasos cincuenta años se asociaba cultura a civilización, calificándose de “culto” al estudioso de la Historia, las Ciencias (blandas y duras) y las Artes. El desarrollo de éstas, la revolución industrial, los inventos tales como la fotografía, la radio, la aviación, la televisión y el cine y, el advenimiento de nuevas tecnologías han transformado el concepto. En especial, desde que la electrónica se convierte a mediados del siglo XX, en la gran estrella y pasa a dictar las modas imperantes: la globalización empareja, todos tienen acceso a la web, la cultura deja de ser privativa de élites.
Si vemos films de hace cincuenta o sesenta años notaremos que tanto en las imágenes, como en la forma pausada de hablar, las escenas nos parecen lentas con respecto a cualquier película de esta época.
Todo está acelerado, y para estar “á la page” debemos esforzarnos en abordar y dominar nuevos conocimientos con herramientas como celulares, agendas electrónicas, ipods que usamos en combinación con video clips, computadoras, Internet y las redes sociales.
Desde hace varias décadas, los más jóvenes son protagonistas. Hoy son hijos y nietos quienes enseñan a sus mayores a utilizar el celular, enviar mensajes de texto, buscar un dato en Internet y hasta cómo incorporarse a las redes tipo Facebook o Twitter.
Los valores ligados a la obtención fácil de información, el consumo de datos sin elaboración, el considerar que tenemos muchos amigos porque somos internautas, amerita ser revisado para evitar que la cultura sea un producto light, con fecha de vencimiento, y que hay que consumir preferentemente antes de…. Porque el resultado es que se la mide como un producto comercial. Y así, nos encontramos con valores de gran liviandad y poca duración, porque carecen de solidez.
Zygmunt Baunman en su libro Modernidad Líquida dijo refiriéndose a este tema: “El advenimiento de la instantaneidad lleva a la cultura y a la ética humanas a un territorio inexplorado, donde la mayoría de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y significado.”
Toda actividad requiere tiempo y dedicación, nuestra inteligencia tiene como gran aliada a la memoria, y ésta funciona en base al tránsito y la repetición. La información que conseguimos en Internet, en pocos minutos y sin complicaciones, requiere del análisis, la comparación y la síntesis para que se integre a nuestro mundo de ideas. Pero esto no es instantáneo, y tendremos que descubrir nuevas formas para nadar en estas aguas, que esté en equilibrio entre el carpe diem y una cultura que nos contenga.
Odile Jacob en su libro “La cultura mundo”, acuña como cultura-mundo el concepto globalizado y generado por todas las clases sociales y nos dice: “Nunca más volveremos a tener el mundo de certidumbres y equilibrios de antes. La era del código unificado del sentido se ha perdido para siempre.” Sin embargo, esto no es apocalíptico, tal como Herbert Spencer dijo en su “Principios de la Biología”, la selección está dada por la sobreviviencia del más adaptado, y de esto se trata nuestra convivencia social en el presente, adaptarnos a estas nuevas formas sin oponernos caprichosamente con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, ni tampoco con obediencia servil sin defender nuestra individualidad.


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