El “discurso” de Viviani
Tu oficio, qué lindo oficio/ magia del pueblo en las aulas, / Milagro de alfarería/ sonrisa de la mañana...
“Rosarito Vera, maestra” Zamba de Fèlix Luna y Ariel Ramírez.
Se ha iluminado la sala del cine donde presencié “El discurso del rey” un excelente drama que ganó el Oscar 2011, por su guión original y la notable actuación de los actores. La trama del film está basada en una historia real. Tras la muerte de su padre el Rey Jorge V en 1936, la abdicación de su hermano el príncipe Eduardo VII, Jorge VI asciende al trono y durante el mismo tiene lugar la Segunda Guerra Mundial. Este Rey presenta una dificultad para expresarse, es tartamudo, agravado por situaciones estresantes como hablar en público. Aunque cuestionado por los miembros de la Corona se designa a un idóneo, Lionel Logue, para colaborar con el monarca a superar el problema de su manifestación oral. El elegido resulta ser un actor a sabiendas de la educación vocal que cuentan los artistas, para lograr una perfecta dicción aplicando la técnica de la modulación de los sonidos. Este método se basa en la articulación de los músculos que controlan lengua, mejillas y labios que dan forma a los sonidos básicos que llegan a la garganta, convirtiéndolos en vocales y consonantes reconocibles para el logro de una clara locución.
Mi intención no es transformarme en un crítico del espectáculo, sino comentarles que sentimientos acudieron a mi mente apenas finalizó el film. No pude evitar de recordar a mi compañero de clase, Oscar Viviani, del turno mañana de la Escuela Primaria de la calle Jorge Newbery 3664, que padecía el mismo trastorno vocal que el monarca. Con él asistimos a nuestra recordada Escuela Pública desde 1939 hasta 1945, en tiempos sin jardín de infantes, sólo para varones, asumiendo a las maestras como nuestra “segunda madre”, con clases de lunes a sábados de marzo a noviembre sólo con un receso por las vacaciones de invierno, sin calefacción, con actos escolares en coincidencia con las fechas patria, aún sin gabinete de psicopedagogía, con un trato respetuoso con los docentes a veces logrado con una penitencia y la relación concordante entre los educadores y las familias de los alumnos.
Viviani era el hijo de una profesora de corte y confección “Sistema Teniente”, tenía su casa en Fraga al doscientos, su rostro era muy particular de cabellos lacios con un mechón sobre su frente quizá para disimular el grueso armazón de sus lentes con aumento. Cuando se desplazaba oscilaba su cuerpo de modo cadencioso haciendo balancear la cartera de cuero de los útiles escolares apoyada con una correa sobre sus hombros. Nunca lo discriminamos con bromas o seudónimos, aquellas maestras inolvidables nos habían enseñado a aceptar con respeto a las personas diferentes
Las mismas escenas del “terapeuta” con el Rey las reviví con las docentes de entonces con Viviani. Cuando pasaba al frente para la lectura del libro de clases “Alfarero”, le indicaban como administrar el aire de sus pulmones. “Alumnos, el aire expulsado de los pulmones hace que las cuerdas vocales de la laringe vibren y produzcan sonidos, amplificados por la faringe y modulados por la lengua y los labios hasta convertirlos en palabras reconocibles” “ Viviani aspire aire a través de su cavidad nasal, allí el aire se calienta, limpia y humedece luego pasa por la laringe, la tráquea los transportará hacia los pulmones. Lea el primer párrafo administrando el aire de sus pulmones”. La clase en silencio esperaba que Viviani leyera de corrido el párrafo que había creado el mismo suspenso, como el Rey en la película. Eran verdaderas clases de anatomía y de una demostración de excelencia por el arte de instruir. “¡Presten atención!, el diafragma es un músculo que separa la cavidad torácica de la cavidad abdominal”...
En los grados sucesivos que transitó Viviani recibió la contención de los docentes en una acción continua para atenuar su tartamudez. Se acercaba la prueba testigo para coronar el esfuerzo grupal. Nuestro compañero había sido designado para el acto de la finalización del período escolar, debía recitar en público “Adiós a la Escuela” la poesía de Fermín Estrella Gutiérrez. Cuando recibió el texto en sus manos empalideció, se corrió el mechón de cabellos que cubría su frente y se acomodó los gruesos lentes para que no descubrieran su turbación. Como tenía buena memoria no tuvo inconvenientes en retener en su mente las cinco estrofas de la poesía.
Comenzaron los ensayos: “Ha llegado el momento de dejarte; / nuestra labor del año está cumplida; / somos el escuadrón blanco que parte/ con la amargura de la despedida...”. La maestra para alentarlo le decía: “ ¡Muy bien Viviani ! En la segunda frase le faltó energía para pronunciar la palabra final. Debe controlar la respiración, así como se hace para hablar, cantar o tocar un instrumento de viento, continúe...”
“Patio con sol que nunca olvidaremos; / aula, donde aprendimos tantas cosas; / pedacito de cielo, que aún te vemos/ por la ventana abierta entre las rosas... Ya no vendremos más a tu llamado, / vieja campana de color ceniza, / ni escribiremos en el encerado/ con la barrita blanca de la tiza./ Queda entre tus paredes nuestra infancia, / el primer goce y el primer quebranto, / la amistad, esa flor de tolerancia, / y las maestras que quisimos tanto. / Adiós, escuela. Con el alma henchida / de gratitud, la caravana parte./ Nuestro blanco escuadrón hará en la vida / más de un alto, tal vez, para adorarte”...
El día del acto, al igual que en la película con el idóneo, la docente se colocó a una distancia frente a Viviani modulando en silencio con el movimiento de sus labios el contenido de la poesía. De ese modo llegó a superar su limitación. Mientras la maestra lo felicitaba por el logro, todos los compañeros del grado fuimos a su encuentro para agasajarlo. Con júbilo nos dijo: “Gra... gracias... ¡perdón! Gracias amigos, me falló el diafragma” Los maestros no pudieron evitar emocionarse nublándose sus ojos cuando se acercó la mamá de Viviani y los abrazó largamente. Sólo pudieron sonreír cuando ella les dijo: “Aplaudí a mi hijo y a ustedes con tanta energía, que hice volar el dedal, que olvidé sacar de mi mano para presenciar este acto inolvidable”...
N. del A.: Los nombres de aquellos docentes: Director: E. Galimberti, Srtas: Colodraro, Luciani, Bouyè, Lagorio, Dennet, Luoni, Gallo, Sres.: Valerga y Tula.
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