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viernes, 23 de agosto de 2013

ALFREDO BIGATTI Y RAQUEL FORNER, dos artistas que compartieron su vuelo





por Omi Fernández


Son muchos los ejemplos de parejas que han compartido el amor y el arte en total conjunción, sin competencias estériles ni celos profesionales, José Cibrián y Ana María Campoy en la actuación, Violeta Rivas y Néstor Fabián en el canto, Julio Cortázar y Carol Dunlop;  Sylvia Iparraguirre y Abelardo Castillo; Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson, en literatura-cine, para citar sólo ejemplos de nuestro país.
En estas uniones, que compartieron muchos años de vida en común, el amor logró ir más allá de concretarse felizmente en un matrimonio, fue el vehículo por el que cada miembro de la pareja transitó una carrera artística ayudándose mutuamente, siendo compañeros de tarea,  demostrando que la pasión amorosa es equivalente a la pasión que genera la necesidad de expresarse artísticamente, y que los mitos sociales sobre rivalidades no son condición sine qua non.
En el ámbito de la plástica encontramos esta dupla amor-arte en el escultor Alfredo Bigatti  y la pintora Raquel Forner, que es necesario recordar, mantener en la memoria de la sociedad por cuanto han  sido grandes representantes de la plástica no sólo en Argentina sino también en el mundo.
El nació un 19 de julio de 1898 en Buenos Aires, pertenecía a una familia de orfebres lo que lo aunó desde muy chico al mundo de la creación. Comenzó sus estudios en la Sociedad Unione e Benevolenza, luego en Estímulo de Bellas Artes para ya a los 17 años, ingresar en la Academia Nacional de Bellas Artes, donde conoce a Basaldúa, Butler y Spilimbergo. Su obra más importante quizá sea el “Monumento a la Bandera” en la ciudad de Rosario que hizo en colaboración con el escultor José Fioravanti y los arquitectos Alfredo Guido (padre de Beatriz Guido) y Alejandro Bustillo.
Si bien transitó por muchas técnicas dibujo, acuarela y hasta escenografía (participó en el diseño de la escenografía y vestuario de la ópera “La Medium” de Juan Carlos Menotti que se estrenó en el Teatro Colón en 1956) fue sobre todo un escultor de estilo clásico, inspirado en los griegos. Impactado por los nuevos rumbos, ncursionó en el marco del cubismo pero no fue un sendero que le resultare afín.
Ella nació un 22 de abril de 1902, viajó a España en su niñez al punto de terminar allí su escuela primaria, al regresar se inscribió en la Academia Nacional de Bellas Artes donde egresó en el año 1922, ya había enviado sus trabajos al Salón Nacional recibiendo el 3er. Premio por su obra “Las Vecinas”.
Aunque hizo escultura fue básicamente pintora. Muy afectada por la Guerra Civil Española, en sus cuadros plasmó el dolor y la desesperación de esa gente que sufrió la pérdida de sus seres queridos a manos de sus propios hermanos, y luego con la Segunda Guerra Mundial su obra fue un reflejo de la desintegración que produce la guerra. Luego su temática giró hacia los grandes interrogantes del cosmos y el cuestionamiento sobre la posibilidad de vida extraterrestre.
Son muchas las coincidencias de estos dos artistas. Provenían de familias sin problemas económicos que los apoyaron en sus decisiones vocacionales, se recibieron de profesores de dibujo y pintura y completaron sus estudios en Europa, él, con el gran escultor francés Antoine Bourdelle y ella con Othon Friesz en la Academia Escandinava de París. Ambos fueron reconocidos por los premios que recibieron sus trabajos en el Salón Nacional.
Al conocerse fundan, con Pedro Dominguez Neira y Alfredo Guttero, los “Cursos Libres de Artes Plásticas”. Viven juntos el boom artístico parisino de los años '30 donde conocen a  grandes artistas internacionales de la talla de Picasso, Moore y Hemingway (éste último inmortalizó ese fervor en su novela “París era una fiesta”).
Se casaron en el año 1936 y se fueron a vivir a San Telmo, en una casa en la que se dedicaron a crear en total armonía durante 28 años.
Luego de la muerte de él, en 1964, ella declaró que había perdido más que a un marido, había perdido a su compañero y a su gran sostén.
Siguió trabajando en la casa de San Telmo, donde en los últimos años empezó a pensar que debía hacer algo para que la obra de Bigatti no se perdiera luego de su muerte, y organizó con amigos de ambos la transformación de la casa en un Museo que se llamaría Forner-Bigatti, y que aún hoy día es administrado por el hijo de Dominguez Neira.
Fueron los protagonistas de un amor que no supo de celos, envidias ni competencias. Un amor intenso que no tuvo el regalo de hijos biológicos pero sí de hijos de la creación compartida,  afecto es completo basado en la generosidad de sentimientos, en el compañerismo, en compartir actividades dejando de lado sentires espurios que tiñen las relaciones confundiendo amor con posesión.

prismairidiscente.blogspot.com.ar

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