Cuántas cosas nos gustaría
cambiar pero finalmente no las hacemos… por qué nos pasa eso? Nos gusta
movernos en zonas conocidas. Estamos llenos de hábitos. Si nos detenemos a
observar nuestras conductas cotidianas y nuestros pensamientos, nos daríamos
cuenta que siempre repetimos los mismos actos, pensamos alrededor de las mismas
ideas, hacemos las cosas que confirman y reconfirman las mismas creencias.
Nos han educado asociando el
hacer siempre lo mismo con ciertos valores: hacer siempre lo mismo es sinónimo
de madurez, de estabilidad, de saber lo que se quiere, de perseverancia que
conduce al éxito, de seguridad, de cordura, etc. Pero todos los extremos
conducen a perturbarnos. El ser demasiado rígidos, esquemáticos, estructurados,
rutinarios, etc . puede estar demostrando un miedo al cambio, un miedo a
desafiar las viejas creencias.
Lo cierto es que si no revisamos
viejas creencias, es posible que estemos repitiendo lo que nos enseñaron a
hacer, pero dejando de lado otras posibilidades de crecimiento. Además, ciertas
creencias pueden haber sido muy funcionales para otras generaciones pero no
para ésta. Cuando pensamos en cambiar, en salir de esa “zona de confort”,
aumenta nuestra ansiedad. Tememos los cambios porque la ansiedad que nos
producen nos resultan incómoda, o muchas veces no sabemos cómo afrontarla, con
qué recursos afrontar lo nuevo. Entonces solemos justificar nuestra rigidez
diciendo que “si no cambié hasta ahora, ya no cambio más”, o “yo soy así, no me
van a cambiar”. Tal vez el ponerse rótulos sean justificaciones que solo tapan
el miedo al cambio, el temor que produce cambiar una idea o una conducta puede
estar asociado con debilidad, falta de carácter, falta de autoridad, confusión,
incluso con locura.
Podemos empezar con pequeños
cambios en nuestras rutinas. Tratemos de descubrir cuáles son las ideas
asociadas con la imagen de cambio que deseamos concientemente pero que luego no
hacemos arrancar. (Por ejemplo: queremos ir a un gimnasio pero nos produce
mucha ansiedad el imaginar que podemos hacer papelones porque no estaremos en
el mismo estado físico que el resto). Mientras vamos revisando creencias
asociadas, intentemos los pequeños cambios de hábitos cotidianos. Si de entrada
nos ponemos objetivos demasiado exigentes, es probable que nos aumente la
ansiedad y terminemos abandonando el proyecto. Pero si los hacemos
gradualmente, vamos ganando en confianza, sabiendo que el cambio es posible,
que la resistencia es solo miedo a la incomodidad o a la ansiedad de lo nuevo,
y que algunos fantasmas son solo mentales, los imaginamos más grandes de lo que
son en realidad.
- ¿Por qué un cambio?
- ¿Y por qué no?
Lic. Margarita Rodríguez Suárez –
Psicóloga UBA
www.soberanamente.com
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Psicología y Neuropsicología
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