La suerte de la fea la linda desea
Un cuento de Isidoro Blaisten
Tanto
me da que sea pato, / como que tenga dinero, / un hombre es lo que quiero, / y
eso será mi ilusión... / Mamá yo quiero un novio/ que sea milonguero guapo y
compadrón...
“Mama... Yo quiero
un novio” (1927) Tango de Roberto Fontaina y Ramón Collazo
Era más fea que lobizòn con redecilla,
pero tenía suerte. Compraba una rifa de
Navidad y se sacaba todos los huérfanos de Dickens, compraba un número de la
tómbola de Bruselas y se sacaba los repollitos, compraba un billete de la
lotería de La Rioja y se sacaba todos los caudillos.
Caminaba por la calle, procurando que el mundo no la vea, y a su paso
encontraba de todo: lebreles de plata, caduceos de oro, diademas de berilo,
tiaras de ópalo, sayales de púrpura.
Tanto había acumulado, que nadaba en la abundancia: crawl, pecho,
espalda, mariposa, over, cualquier estilo.
En cambio, la pobre linda que tenía piel de alabastro, cutis de
colegiala, labios de coral, boca de
grana, cuello de cisne, ojos de azabache, caderas hospitalarias, senos
turgentes y cintura da avispa, no pegaba ni una.
Vestida de percal, para ganar el pan amargo y duro, iba todas las
mañanas camino del taller.
Y aconteció que, una mañana de primavera en que había aire
de violines elitrosos, la vio el príncipe azul.
No bien la vio, detuvo el corcel, ató las bridas al pie de la media
estatua de Don Quijote sita en Lima y Avenida de Mayo y caminó presuroso detrás
de la linda.
-Linda, dinos el motivo de tu encanto y atractivo- dijo el príncipe azul
en cuanto estuvo al lado de a linda.
Mi secreto es evidente- dijo la linda-,
No tengo niente. Voy cual todas las
mañanas para ganar el pan amargo y duro, camino del taller.
-
¡Cómo así! – exclamó el príncipe Federico ( el
príncipe azul se llamaba Federico) – La crisis no debe recaer sobre las
espaldas de la clase obrera. La variable
de ajuste no puede ser el salario de los trabajadores..
-
Así es la vida, Federico – dijo la linda-, Ya
sabes por ti mismo muchas cosas y otras irás sabiendo lentamente.
A todo esto, lentamente, en sentido
contrario, avanzaba la fea. A cada paso
levantaba del suelo relicarios de ébano, incensarios de madreperla, jofainas de
lapislázuli, pebetero de malaquita, mariposas de obsidiana.
No bien el príncipe azul vio lo que andaba levantando la fea, giró sobre
sí mismo, abandonó a la linda, se puso a la par de la fea y dijo:
- Paloma, cásate conmigo, si vieras el nido que tengo escondido cerquita
de aquí.
-Al registro civil- chilló la fea, levantando un aguamanil de peltre con
su correspondiente jarra del siglo XVII y un solideo de pana labrada del siglo
XVI-. Al registro civil.
El príncipe demudó.
- Antes- dijo- celebremos la fecha con una aire de júbilo que cumpla la
parábola. Vayamos al Grill “Oriente” a
tomar una sidrita.
Fueron. Desde la otra esquina la linda los vio cruzar. Se sintió más triste que un domingo a las
seis de la tarde. Se sintió una basura-
-¡Manliba mi suerte perra! – sollozó.
Y siguió cual todas las mañanas camino del taller.
Después de la sidrita, el príncipe azul desató el corcel y subió a la
fea con todo su cargamento, y partieron al galope rumbo al registro civil.
La noche de bodas, la fea comenzó a desnudarse. Fue no más terminar de
verla desnuda y el príncipe cayó fulminado, muerto de desolación.
A la semana la fea escribió un
libro, A la semana lo publicó: se
llamaba”Mi vida junto al príncipe” y fue bestseller mundial. Cobró regalías, neto, un millón doscientos
cincuenta y siete mil dólares con cero sesenta.”
(Yo me casé con la chica más linda del barrio. En las reuniones o en su
andar por las calles, captaba todas las miradas. Tenía un parecido, sin esforzarse, a Gina
Lollobrígida. Me resultaba difícil soportar
el asedio que provocaba su belleza. Para
colmo, yo no me parecía a ninguna figura pública. Alguna vez escuché decir:
“¿Qué le vio a este salame?” Volvería a
elegir la belleza: humana y física. Fdo.
“El Pibe Chacarita”, un ilustre desconocido o “el salame”)
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