ELSA BORNEMANN, un
hada para los niños
por
Omi Fernández
Durante muchos años padres y abuelos han leído y releído a sus hijos
y nietos las historias creadas por los hermanos Grimm (Blancanieves), Hans
Christian Andersen (La Sirenita), Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver),
Julio Verne (Viaje al fondo del mar), Lewis Carroll (Alicia en el país de las
maravillas), Michael Ende (La historia sin fin), y tantos otros escritores que
aún se siguen editando y releyendo. Estas obras, en su mayor parte, fueron creadas
para adultos, tal es el caso de Los viajes de Gulliver que satiriza a la
sociedad de la época disimulada a través de viajes fantásticos con gigantes y
caballos que hablan, una forma que Swift encontró para realizar sus críticas
con sarcasmo y sin consecuencias.
Se considera literatura infantil a las obras escritas para niños
incluyendo también las que no fueron pensadas para ellos pero que tienen varios
niveles de lectura y pueden ser
disfrutadas a distintas edades.
Esta literatura era minusvalorada y, en gran parte, transitada por
escritores para adultos, incluso algunos firmaban con seudónimo. Esto ha ido
cambiando junto con la sociedad, en el año 1960, las historias de ciencia
ficción juveniles -Isaac Asimov fue uno de los grandes aportes en este sentido-
tenían un significado muy diferente al que tuvieron después del acceso del
hombre a la Luna, aunque Asimov y su personaje Lucky Starr siguen vendiéndose.
En nuestro país fueron varios los escritores dedicados a la niñez y
adolescencia que no consideraban que escribir para “los locos bajitos” como los
llamara Joan Manuel Serrat, fuera de
menor nivel que sus obras para grandes, son, por ejemplo, Gustavo Roldán, María
Elena Walsh y María Granata, todos nacidos alrededor del '30, que narraron
fomentando la imaginación, el espíritu de aventura e introduciendo conceptos
que la ciencia iba descubriendo con el mismo respeto y cuidado que en los
libros para grandes.
Ya en la década del 70/80 la literatura infanto-juvenil tenía un
lugar ganado y aparecieron los descendientes de aquella generación. Estos se
dedicaron casi en exclusividad a los más chicos, hablamos de Graciela Montes,
Hugo Midón y Elsa Bornemann. Esta última, fue la que logró mayor popularidad,
sus ojos claros y su flequillo y un pelo rubio casi platinado, se veía como un
hada para los niños.
Su padre Wilhelm Karl Henri Bornemann, era un alemán relojero que
saliendo de Harrods vió a una argentina
morenita, descendiente de portugueses y españoles y sintió el flechazo del amor
para siempre.
Su madre se llamada Blancanieves Fernández, y Elsa contó, en un
reportaje, que estando en el colegio primario la maestra le preguntó el nombre
de su madre y al responder Blancanieves, las compañeras creyeron que era broma
y una dijo: la mía Cenicienta y otra, la mía Caperucita, etc.
Había nacido en el barrio Parque Patricios un 15 de febrero de 1952,
se crió con un gran apego a su familia, en especial a su padre. Se recibió de
Maestra, estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y llegó a doctorarse
en esta disciplina, estudió latín, griego, inglés, alemán e italiano hasta
alcanzar niveles superiores lo que le permitió luego dedicarse a la traducción.
Escribió cuentos, poemas, obras de teatro y novelas para niños.
En 1972 gana la Faja de Honor de la SADE y en 1976 por su obra Un
elefante ocupa mucho espacio ganó su integración a la Lista de Honor del
Premio Internacional Hans Christian Andersen otorgado por la International
Board on Books for Young People (IBBY), fue la primera vez que un escritor
argentino recibía tal distinción.
Desafortunadamente, el Proceso de Reorganización Nacional, lo
censuró con el argumento de que fomentaba el derecho a huelga y el libro pasó a
formar parte de la extensa lista de prohibidos junto al Principito de Antoine
de Saint Exupery.
En 1989, recibe el Cuadro de Honor por Disparatario, en la
selección The White Ravens, Múnich (Alemania), luego en 1994, Diploma al
Mérito, correspondiente a la Literatura Infantil-Juvenil Argentina, por
"considerársela una de las mejores escritoras de esa especialidad”
Internationale Jugendbibliothek. Al año siguiente, el Premio Konex de Platino,
por toda su obra literaria, al ser elegida como "la escritora más
relevante en la última década". Buenos Aires, Fundación Konex, 1995.
Otros títulos de sus obras son La edad del pavo, El libro de los
chicos enamorados, Queridos monstruos, Los desmaravilladores, Disparatario, Los
Grendelines, Sol de noche, Corazonadas,
No hagan olas, El último mago, Lisa de los paraguas, El niño envuelto, Mil
grullas, Un amor disparatado, Cuadernos de un delfín.
Es de hacer notar que Elsa Bornemann además de su aporte didáctico y
pedagógico en el abordaje de temas como la solidaridad, la amistad, el amor,
los celos, el odio, ha incursionado con éxito en las historias de horror para
chicos, como fue su: "Socorro: doce cuentos para caerse de miedo",
trató a esos “locos bajitos” como seres pensantes sin mojigaterías.
Tanto ella como los escritores que cultivaron el género registran
que a los niños y a los adolescentes más aún, les interesan los grandes temas
de la vida, no las ñoñerías, y en esa dirección enfocaron su material
literario.
El 24 de mayo falleció a los 61 años. Un comunicado de la editorial
Alfaguara lo anunció sin dar detalles de su muerte, aunque es de público conocimiento
que ya no asistía a las Ferias del Libro Infantil-Juvenil, ni a otros eventos
literarios.
Elsa Bornemann tiene un lugar de privilegio en la literatura
infantil-juvenil argentina y es de lamentar su pérdida, por ser muy joven y por
lo que le hubiera aportado a las nuevas generaciones de lectores.
prismairidiscente.blogspot.com.ar
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