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viernes, 19 de agosto de 2011

Estimado vecino... ¿Vive Ud. en tierras de Roncoroni?

(Parte II)

Es complicado seguir las historias de familias y de herencias –no es necesario aclarar que esto sucede cuando las familias son grandes o hay mucho para repartir- pero se hace mucho más difícil y lento cuando hay tierras de por medio.

Durante muchos años se asentaban en las escrituras a los vecinos linderos a una propiedad, una modalidad que cambió con los sucesivos loteos y delineaciones, por eso muchas veces hay rastros que se pierden porque es imposible seguir las mudanzas de cada uno, situación que dio motivo no pocas veces a que se iniciaran reclamos difíciles de comprobar.

La apertura de calles no sólo facilitó la vida de los vecinos sino que también permitió ubicar personas y sitios en forma tal que ahora da menos espacio a la imaginación y nos acerca más a lo conocido.

Dichas estas palabras seguimos con los Roncoroni, pero esta vez con relación a una sociedad en la que había participado.

Esta parte de la historia comienza el 20 de septiembre de 1873 cuando don Ángel Roncoroni, Mariano Medrano, Jorge Gowland y Hugo Brown formaron una sociedad para lotear y vender las tierras que habían adquirido “en el paraje que se denomina ‘La Chacarita’” recordemos que por entonces pertenecía al Partido de Belgrano en la provincia de Buenos Aires.

Para participar en la compañía Brown había entregado 41 cuadras que había adquirido en compras sucesivas a Lázaro Clausur, Antonio Ronco y Daidamia Gallegos de Sosa.

Mientras tanto Medrano entregó otras 27 cuadras que había comprado a Antonio Ronco, Daidamia Gallegos de Sosa y el municipio de Belgrano. Pero al morir su esposa 1875 quiso vender esas tierras para salvaguardar el futuro de sus hijos –además había pedido préstamos para comprarlas y el acreedor reclamaba su devolución- con la agravante que la sociedad estaba en vías de fracasar por las pocas ventas que habían realizado.

Las tierras habían depreciado su valor y los socios no le permitían vender su parte porque alegaban que las tierras no eran suyas sino de la sociedad “el término de la compañía será el que se necesite para la venta hasta rembolsar el capital a cada socio” y por lo tanto demoraban la liquidación de la sociedad “fundándose en probabilidades de reacción o en quimeras de una imaginación demasiado mercantil”.

El 7 de junio de 1876 los socios le compraron la parte a Medrano quedando esos terrenos a cargo y cuenta de Brown, Roncoroni y Gowland que dividieron el condominio haciendo efectiva la liquidación el 5 de febrero del año siguiente. Brown le compró la parte a Ángel Roncoroni y junto con Gowland le vendieron el 31 de diciembre de 1885 al Intendente Torcuato de Alvear las tierras que habían pertenecido a la sociedad –360.751 metros cuadrados- para la creación de un nuevo cementerio.

Una década después se presentaron ante la Justicia Mariano Ignacio Medrano y José María Ezcurra –éste último representando a su esposa María Sara Medrano- demandando a la Municipalidad de la Capital por un área de terreno de 454.658 metros cuadrados “cuya ubicación se desprende de los títulos, planos, mensuras y otros detalles” alegando ser únicos y universales herederos de su madre doña Antonina Castilla de Medrano.

Alegaban nulidad de la venta societaria porque al momento de realizarse ellos eran menores y esas tierras eran un bien ganancial de sus padres. Además, el único documento que había de la sociedad “Medrano, Roncoroni, Brown, Gowland” era el de su formación.

Comenzó un largo proceso, la Intendencia presentó un decreto fechado 12 de abril de 1866 por el cual el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires el Dr. Valentín Alsina entregaba la Chacarita al municipio de Belgrano “salvando empero el edificio y terrenos adyacentes” y una ley que le había prohibido a aquel municipio vender esas tierras aunque poco caso le hicieron.

Pese a todo los demandantes se empeñaban en la nulidad de la venta que había hecho su padre alegando que era herencia de su madre y en aquel momento ellos eran menores.

Pero el Cementerio no podía ser reivindicado porque era un bien librado a uso público y había cambiado de lugar –el primero se encontraba en la esquina de Corrientes y Dorrego donde hoy se encuentra el monolito de la Virgen de Luján- sino también porque la cantidad exigida era mayor que la comprada y difícil en este momento establecer su ubicación.

Aparte tarde se habían dado cuenta porque el tema había prescripto por el tiempo transcurrido.

Por Lic Stella Maris De Llelis

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