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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Reportaje a Estela Franco, pintora y docente en Villa Ortúzar





La pincelada viajera

Por: Mariana Yomal

Una vez más, la Revista se acercó a conversar con una artista del barrio que, gracias a sus pinturas y enseñanzas, viajó y continúa viajando por gran parte de Latinoamérica transmitiendo su experiencia y mostrando su arte.

Estela Franco comenzó dando clases de pintura hace 18 años, en Posadas, Misiones. Luego interrumpió ese tiempo de docencia por un viaje que realizó a Brasil, donde no pudo evitar inspirarse y pintar. En 1994, una vez vuelta a Buenos Aires, retomó ese impulso docente y desde entonces que no ha dejado de enseñar. Además (y hace ya 9 años) pinta para Bienvenidas, una revista de arte que se difunde quincenal y mensualmente en toda Latinoamérica.
“Cada maestro tiene distintos métodos -explica Estela- y luego uno, como alumno y pintor, los incorpora y mezcla con el suyo propio, construyendo su estilo.” Tal vez sea ése el motivo por el cual eligió formarse con distintos profesores particulares, uno de los cuales fue “el profesor Neuman, con quién aprendí un año y medio en la Universidad de Misiones.” Estela, que comenzó a pintar a los 30 años “porque surgió” confiesa que lo que a ella más la moviliza es el color y fue en Brasil donde encontró justo lo que buscaba: “hay ahí una fusión de colores que es realmente impactante.” En ella, el color nunca se presenta de manera estática sino que se fue modificando a lo largo de los años: “a medida que uno cambia, los colores cambian con uno, te acompañan en ese viraje. Por ejemplo, 20 años atrás mi paleta estaba llena de azules, pero hace ya un tiempo comencé a volcarme hacia los colores más cálidos.”
Una característica de esta artista que hace 8 años vive en Villa Ortúzar es que no se queda quieta: suele viajar por motivos de trabajo, ya sea porque (a pedido del público) vende sus pinturas o porque la invitan a dar seminarios, los cuales consisten en 6 u 8 intensas horas en las que todos los alumnos pintan una misma imagen y la finalizan en el día. Viaje y enseñanza es la combinación ideal que estimula la profesión de esta dedicada artista, ya que como se ha visto le sucede a otros pintores, Estela disfruta del enseñar: “me gratifica mucho cuando veo alumnos que vienen sin ningún conocimiento previo sobre la pintura y se llevan a sus casas un cuadro terminado.” Los talleres son de seis personas y están dirigidos a adolescentes y adultos; si bien las clases son grupales, Estela implementa una dinámica muy libre e individual: “cada alumno elige con qué soporte y técnica trabajar, yo los asesoro con el color.” Visitar su taller es una experiencia sumamente interesante porque ahí se tiene la oportunidad de ver las paredes cubiertas de telas de diferentes colores y estilos: todas ellas son obras en proceso que “los alumnos comienzan en el taller, dejan acá y a la semana siguiente continúan.” Y precisamente como es la libertad uno de los pilares de sus clases, la decisión de llevarse o no la pieza para continuarla en el hogar es enteramente una elección del alumno: “el que se anima a continuarlo solo, ¡lo hace!” -afirma la docente.
La Galería Mediterránea y una biblioteca de San Telmo son sólo algunos de los muchos lugares en los que esta artista plástica (que utiliza varios materiales, como óleo o acrílico) ha realizado exposiciones. Si bien últimamente no organizó una muestra, confiesa que es por falta de tiempo: “tengo ganas de dedicarme aún más a mi pintura porque es una manera de estar conmigo misma. Aunque he recortado en la semana los días en los que doy clases, es difícil abandonar por completo la enseñanza; es tanto lo que aprendo de la gente y del enseñar que me da pena perderme ese ida y vuelta.”
A diferencia de otros artistas, Estela pinta en silencio. Sin embargo, reconoce que sus alumnos (en especial a la mañana) le piden escuchar música porque “les ayuda a relajarse.” Para lo que resta del año, continuará dando clases y seminarios, y en abril del 2010 esta artista y viajera incansable planea ir a Brasil para conocer a un maestro de la pintura al que llaman “La espátula de oro”. Ciertamente, uno de sus proyectos fundamentales es continuar moviendo sus pinceles para organizar, aún sin una fecha o lugar exactos, una nueva exposición: en palabras de la misma Estela Franco, “lo importante es aprender a soltarse, pintar de manera relajada y no tener miedo a equivocarse”. Quizá sea porque una vez emprendido el viaje en el arte, se descubre que los errores, en realidad, no existen.

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