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martes, 13 de septiembre de 2011

Mi casa ya no está

EL PIBE CHACARITA

Vecina, si ustè supiera, / ahora soy un extraño / sin embargo, entonces era / del barrio... pero hace años / Entonces, cuando mi vieja/ era la dueña de casa...

“Cuando era mía mi vieja” (1963) Milonga de Juan B. Tiggi y Pascual Mamone

Me resulta dificultoso expresar de modo verbal, las sensaciones que experimento ante un acontecimiento de la vida que logra conmoverme. Al pasar frente a Guevara 475 donde estaban demoliendo la casa donde transcurrió una parte importante de mi vida, recordé las palabras del neurólogo y escritor crítico de la sociedad vienesa Arthur Schnitzler (Viena, 1862-1931): “Estamos hechos para concebir lo inconcebible y soportar lo insoportable. Eso es lo que hace nuestra vida tan dolorosa y al mismo tiempo tan inagotablemente rica”

Quizá fue una ilusión ver la calle desierta para decidir en soledad la reacción ante el hecho, entonces crucé la calzada para satisfacer mi ansiedad. Se trataba de la última mirada, el adiós a un tiempo con la memoria orientada hacia todos los seres queridos. Observé por un espacio del vallado de madera, como una topadora derrumbaba los muros de mi antiguo hogar familiar. En la penumbra que formaba el polvo rojizo debido a la remoción de ladrillos de una pala neumática, pude divisar en las medianeras el resto de la pintura que identificaban a las habitaciones de la vivienda. Aún en la tiniebla de la turbulencia del material en suspensión, pude apreciar el brillo del remanente de los azulejos “celeste cielo” del baño, el estampado floreado de las paredes de los dormitorios, el ocre del negocio de librería y bazar de mi hermano Arnaldo “Chino” (1921-1990) y el marco de yeso del zaguán..

Había sido edificada en el año 1930 con la característica arquitectura de la época, “tipo chorizo”, es decir con un jardín en su frente y las habitaciones alineadas sobre uno de los perímetros del terreno. Esta configuración daba lugar a un amplio patio con una galería, generalmente cubierto por un parral o los racimos colgantes con flores azulvioladas de una glicina. El patio servía para distintas actividades y servicios de los moradores. En principio era el lugar de los acontecimientos que celebraba la familia, entonces lucía entoldado iluminado con una guirnalda de lámparas de colores, para transformarse en un salón de fiestas. También el patio con sus macetas floridas y jaulones con pájaros, era el refugio de nuestros juegos infantiles.

Mi casa natal tenía en su frente, el jardín con un naranjo y en el fondo una higuera. Todos los años mi madre, Rosa Barattini (1896-1982), con sus frutos preparaba un dulce de naranja exquisito. Una parte era para el consumo interno el resto lo envasaba en frascos de vidrio y lo repartía entre los vecinos del barrio, dando lugar a un intercambio de productos caseros creados por las manos de aquellas madres laboriosas. Como en esos lejanos días de la niñez sigo acompañando el desayuno con tostadas y dulce de naranja pero, sin el sabor que le otorgaban la sabiduría de mi madre y el naranjo del jardín...

El vestíbulo era el lugar de la casa donde se congregaba mi familia entorno a la mesa rectangular donde mi padre Felipe Moretti (1895-1961) ocupaba su cabecera. Mi madre sobre la superficie de la misma, presentaba los alimentos con las recetas de las sabrosas comidas que trajo de su Italia natal. En ese ámbito recibía las visitas de mis tías, en reuniones vespertinas donde compartían el té con charlas amenas. En tiempos que aún no se había inventado la televisión, la radio despertaba nuestra imaginación con las novelas, el fútbol o el teatro que se trasmitía desde los escenarios céntricos. Mi padre, amante de la música, instaló en esa sala una novedad melodiosa. Se trataba de un “combinado”, un alto aparato con tocadiscos y el adicional de la maravilla del “ojo mágico” que servía para captar con nitidez la sintonía de las emisoras de las radios.

Por la extensión de sus terrenos generalmente se construía para vivienda propia, el resto con destino para inquilinos como la casa de mi infancia. Estos debían compartir los espacios comunes tales como: sanitarios, pileta de lavar y cuerda para colgar la ropa. El turno para su uso y la limpieza de los mismos daba lugar a esas domésticas discusiones que se dilucidaban con términos, luego escuchados en los sainetes teatrales. Además de mi hermana Nelly (1927-2003), su esposo Carlos Frías (1932) y su hija Liliana (1952) y el que suscribe (1933) con su cónyuge Diana (1935), también fueron moradores de la casa: Ermelinda, Santos y Marta Padanè, Octavio, “Pilotìn”, “Lula” y la Abuela Bavasso, “Lulo” y Nora Donato, “Picha”, José y José Luis Abuin y Esteban Peola .

Esa casa fue testigo de distintos sucesos barriales: la ropa en la cuerda de secar recibió desde la calle Guzmán el hollín de la quema de residuos, en su interior se escucharon desde el Parque Los Andes el estrépito de las bombas de estruendo y los fuegos artificiales de las fechas patrias, de Villa Crespo el coro de las hinchadas en las tribunas de Atlanta y Chacarita, el vibrar de las campanas de las iglesias de la Resurrección y De Todos los Santos, la sirena del lavadero de Fraga y Dorrego, el cantar de los vendedores ambulantes, el silbido o el tarareo de solitarios transeúntes, el sonido de un acordeón desde el despacho de bebidas de “Manolo” García en Maure y Guevara o del piano del Profesor de Música, Roque Yula, vecino a nuestra vivienda...

Por su vereda pasaron: diariamente los empleados, operarios y el Ing. Esteban Ferrando de Lutz, Ferrando y Cía., las alumnas de la escuela de Guevara, Rufino Meana, creador de los Caramelos “Media Hora”, Carlitos Balà, Santo Biasatti “El Toto”, Eduardo “Pibona” Alterio e Isaac López arqueros de la Primera División de Chacarita Juniors, Estela Molly, el cantor Roberto Florio, el actual Director del Servicio Meteorológico Nacional, Dr. Héctor Ciappesoni “El Cuqui”, las chicas tomadas de las manos con sus rondas de canto y aquellos entrañables vecinos de entonces...

De pronto me sorprende con una pregunta un operario que participa de la demolición: “¿Señor puedo serle útil en algo? Dado que hace un largo tiempo lo veo parado mirando la obra.” Estoy observando - le comento - como trabajan las máquinas derrumbando los muros. “Estas topadoras pueden convertir en polvo varias toneladas de mampostería en un par de horas” También – le respondí - logran hacer cenizas aquellas historias que protagonizaron sus residentes entre esas paredes. “No entiendo lo que me dice” Disculpe – le contesté vacilante - tengo una enorme dificultad cuando quiero expresar con palabras una situación emotiva...

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