La televisión e Internet han
modificado las reglas de juego de la sociedad, a tal punto que como individuos
no acertamos en la elección del rol que deberíamos interpretar. La
globalización igualó al concierto de las sociedades, eliminó barreras e
implantó hábitos y costumbres que en la actualidad son compartidas por todas
ellas.
Uno de los tópicos en que resulta
más evidente esta confusión es en la diferenciación entre lo privado y lo
público. Nuestros abuelos tenían incorporado el concepto de privacidad para las
actividades íntimas, las que celosamente guardaban para sí y su núcleo más
cercano y permitían que trascendiera lo que consideraban no necesario de
preservación. Hoy en día, con la intromisión de los televisores y las redes
sociales en el hogar, ese concepto quedó desvaído.
De mirar con malos ojos al
chismoso, al que tenía necesidad de conocer los actos más intrascendentes de
sus vecinos, grupo de amigos o familiares para luego criticarlos, llegamos a
los “realities shows” que validaron al voyeur, al espía de las actividades de
los otros y no sólo dejó de ser criticado sino que fue aceptado y compartido.
En el programa televisivo “El Gran Hermano” los acontecimientos ocurridos en
una casona en la cual convivían, sin contacto con el exterior, un grupo de
personas elegidas, eran comentadas tanto en el seno familiar como en el
laboral. Las gracias o sinsabores eran hablados y discutidos en los medios
públicos sin que nadie se asombrara si alguno de los pasajeros opinaba sobre la
situación de la cual se hablaba.
Además, los programas en vivo
hablados en un lenguaje coloquial y con permanentes guiños al espectador,
instalaron en la audiencia la sensación de que no estaban solos y la intimidad
de sus hogares, algo cuidado y mantenido fuera de desconocidos, fue perdiendo
su valor original.
A esto se le sumaron las redes
sociales. La popularización del uso de computadoras personales y las
facilidades para adquirirlas, favoreció la participación diaria de la sociedad
en las redes sociales.
Twiter y Facebook son las más
utilizadas y su sistema consiste en incorporar a las personas que conocemos,
las que a su vez tienen conocidos propios que al cruzarse entre sí, conforman
una red de comunicación a nivel global que concreta sobradamente el sueño del
brasileño Roberto Carlos cuando cantaba: ”quiero tener un millón de amigos”.
En los aspectos positivos nos
permite una comunicación fluida con gente que apreciamos y en la práctica
también ya que nos conectamos con gente que no vemos por razones de tiempo y
distancia. Esto sin contar con la posibilidad de difundir nuestras actividades
a una gran cantidad de personas en forma instantánea. Otra ventaja colateral es
que su uso nos obliga a leer y escribir constantemente.
Pero, el objetivo no apunta al
crecimiento personal, sino a tener la mayor cantidad de “amigos” (en realidad
son unos pocos amigos, muchos conocidos y la mayoría contactos) porque eso nos
garantiza popularidad. La popularidad es reconocimiento público, somos en la
mirada del Otro.
Con solo escribir el nombre y
apellido de alguien que conocimos, si pertenece a la comunidad virtual, sin
importar el país en el que resida, aparece como un ave fénix resucitada. Así,
encontramos a personas a las que hace muchos años que no tratamos y volvemos a
comunicarnos con compañeros del colegio primario, pasando por el secundario y
la universidad, hasta con gente con la que hemos tenido una relación
circunstancial.
Desde los medios de comunicación
se fomenta el uso de las redes sociales. Los noticieros y los programas de
divulgación científica, en particular y, todos los canales en general, difunden
la frase: “búsquennos en facebook”. Se manejan cifras millonarias en las
publicidades de las redes sociales, lo que asegura un consumismo parejo que se
refleja en la compra de objetos materiales tales como el último celular o el
súper ipod, como con la venta de cómo lograr importancia y celebridad.
Los mayores de sesenta años
constituyen una franja a la que le resulta muy difícil adecuarse a los nuevos
parámetros, educados en el concepto de que había que estudiar y trabajar mucho
para ser alguien en la vida, consideran al éxito dependiente de la persistencia
al encarar un objetivo. Ahora, es suficiente con escribir en Google “cómo ser
una persona importante” y se van a encontrar con páginas y páginas de consejos
para lograrlo pero en ninguna se hablará de tenacidad, constancia ni de ningún
concepto que implique permanencia en la actividad.
Lo que cuenta es “ser una persona
importante” y que ésto se consiga con un mínimo de esfuerzo y de tiempo. Andy
Warhol dijo: «En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos.
Todo el mundo debería tener derecho a quince minutos de gloria». Aunque no
dijo: “viene fácil, se va fácil” que es su consecuencia.
Esta tendencia al reconocimiento
público es perjudicial para niños y adolescentes que siendo los mayores
consumidores de las redes no tienen conciencia aún para diferenciar lo público
de lo privado.
Así, suben a la red información
que pone en riesgo la seguridad de su seres queridos. Datos como que toda la
familia tomará vacaciones durante un mes y por ende la casa quedará sola, fotos
de reuniones familiares y de las casas de ellos y de sus amigos, e infinidad de
otros actos realizados en la creencia de que son leídos por gente cercana pero
la verdad es que le facilitan el trabajo de investigación a los delincuentes,
entregando datos riesgosos. Ya se sabe de matrimonios que han tenido problemas
serios por comentarios en los cuales se creyó que lo que escribían lo leía una
sola persona y, por falta de conocimiento y por un simple error, quedó en el
muro al alcance de muchos.
También hemos leído en los
diarios los casos de niñas que caen en la trampa de pedófilos por confiar en el
perfil que estos presentan, o en otros casos que con astucia los llevan a
sacarse fotografías indecorosas que luego son usadas para extorsionarlos frente
a sus padres o intimidarlos con la amenaza de atentar contra ellos.
Validan su existencia mostrando
su intimidad sin reservas, sin pensar que la virtualidad es un arma peligrosa y
que quienes les contestan pueden no poseer los mismos valores morales que
ellos.
Las épocas en que la experiencia
era un valor para transmitir a los jóvenes, o por lo menos intentarlo, quedó en
el pasado. Son ellos quienes tienen el mejor manejo de las computadoras y las
redes sociales y éstas herramientas son, en muchos casos, algo inentendible
para sus padres, por eso es imprescindible afianzar la confianza y el contacto
fortaleciendo el vínculo para poder cumplir con el cuidado que nuestra
responsabilidad como adultos y padres nos impone.
por Omi Fernández
www.omifernandez.com.ar
prismairidiscente.blogspot.com.ar
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