“La
vida me engañó”
La vida me engañó, la vida me
mintió, / al ofrecerme un mundo color rosa, / iluso la soñé, temblando la
esperé/ haciéndome la vida más hermosa…
“La vida me engañó” (1947) de
Alfonso Casini y Marvil
Con el advenimiento de
cada innovación tecnológica o social, se aprecia que su influencia modifica
nuestro modo de vida. Estos fenómenos,
que en la actualidad, tienen una frecuencia mayor atento a los avances de la
ciencia y los programas de comercialización, muestran en cada presentación
nuevas prestaciones. Esto provoca que la
vida útil de los aparatos haya disminuido, dando lugar a la estrategia de la
“obsolescencia programada”, alentando a los consumidores a la renovación de sus
equipos.
Desde el
año 1950 se produjeron: la difusión de los electrodomésticos y la instalación
del gas natural domiciliario, liberando a las amas de casas de tareas penosas
por lo cual pudo disponer de horas libres.
Esto significó una justa reivindicación para su desarrollo personal y la
posibilidad de promover ingresos para cubrir nuevas erogaciones. Por ello, algunas madres tuvieron que
resignar parcialmente su presencia en el hogar.
Luego llegó el entretenimiento de la televisión con espectáculos
increíbles como el de 1969 con el arribo del hombre a la Luna. La contrapartida fue su intromisión en el
hogar con valores a veces, ajenos a los sostenidos por las familias, la falta
de comunicación y la quita de horas de sueños de los telespectadores.
El otro hecho que
modificó nuestro comportamiento fue la masiva invasión de coches por todas las
ciudades. El automóvil acortó las distancias, amplió la movilidad social, creó
en algunos niveles económicos su dependencia y como un significado adverso
tenemos una cantidad importante de accidentes fatales diarios aceptados, con
resignación por la población, como un hecho irremediable. En el cuarenta en Guevara al cuatrocientos
había sólo dos unidades cuyos propietarios eran los Sres.: Budeisky (Padre de
Mario, un gran basquebolista del Club Palermo) y Alvarez (Tío de Nicanor, el
almacenero de Jorge Newbery y Guevara).
La
revolución de la tecnología electrónica nacida en 1971 con la creación del
primer microprocesador con un simple chip base: de la computadora, Web,
Internet, iPod. Notebooks, Tabletas, el celular,
ha dado lugar a una generación especial de usuarios. Se los reconocen como “tecnòfilos” que suelen
comprar las últimas versiones de los nuevos dispositivos electrónicos, apenas
salen al mercado a precios exorbitantes.
Han conformado como una unidad entre el operador y la máquina, atento a
los conocimientos y destreza del usuario para obtener la mayor información en
el menor tiempo posible. El aporte de:
Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg, ha desatado una verdadera revolución
tecnológica creando un sistema global hiperconectado logrando una
instantaneidad direccionada y personalizada.
Todos ellos están en una nueva búsqueda de máxima velocidad de
operación, ante la impaciencia de los cibernautas en la espera de los
cuatrocientos milisegundos en las respuestas de sus demandas.
Esta relación con la máquina, en especial con
los adolescentes, genera un espacio de discreción. Una forma de aislamiento e incomunicación de
los jóvenes que se ve reflejada en el libro “Hikikomori” de Ella Kennedy y Tao
Lin respecto a la sociedad japonesa y otras partes del mundo. Los “hikikomori” son personas confinadas, por
su propia voluntad, en sus habitaciones durante semanas y meses. En su mayoría
son niños y adolescentes de clase media y alta, que se recluyen en su
cuarto con un celular y la conexión a Internet.
Un experto en marketing, Martín Lindstrom, realizó una experiencia
conmovedora. Le dio una BlackBerry a
cada uno de veinte bebés de catorce a veinte meses y observó que movían sus
deditos como si fueran iPhones. Se
impresionò al verlos esperar que las pantallas cobraran vida…
Los
riesgos que surgen por la adhesión a estos “artefactos” fue anticipado en el
año 1873 en Nueva Zelanda por Cellarius con este premonitorio pensamiento:
“Estamos creando nuestros propios sucesores.
Día a día las máquinas están ganando terreno sobre nosotros. Cada vez estamos más subordinados a ellas,
más hombres se convierten en sus esclavos y dedican la energía de sus vidas al
desarrollo de la vida mecánica. Es sólo
una cuestión de tiempo para que las máquinas reclamen la supremacía real sobre
el mundo y sus habitantes. Nuestra
esclavitud ha comenzado”…
El filósofo francés
Pierre Klossowki (1905 -2001) en su libro “La moneda viviente” nos dice “Hay
productores y consumidores que se relacionan mediante objetos fabricados que no
sólo son objetos sino también fantasmas.
Hay en ellos algo que escapa a la mera satisfacción de una mera
necesidad, un halo mágico, provisto por
las equivalencias construidas por el mercado”.
El ensayista Pablo Campanna en “Fantasmas de la máquina” expresa: “Los
modelos y paradigmas son apenas unas metáforas que funcionan por un
tiempo. Al fin y al cabo, el corazón se
parece bastante a una bomba y el cerebro a una computadora. ¿O será que la
bomba y la computadora se parecen a un corazón o un cerebro?” En cine vimos “Matrix” un film de ciencia
ficción, donde se intenta conseguir a un ser que guiado por el oráculo logre
liberar a la humanidad de la inteligencia artificial, es decir, de los ordenadores.
Una señal actual de la subordinación con los
“artefactos” se aprecia con aquella persona que al comenzar la jornada al
superar el umbral de su hogar se detiene bruscamente y, con sus manos verifica
que en sus bolsillos no le falte el teléfono celular, en tiempos pasados ese
gesto era para las llaves de la casa…
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